Mi centenaria tía Áurea

05/09/2021 - 16:03 Pedro Villaverde Embid

Hoy queremos dedicar esta columna a una persona que entra en la nómina de los centenarios de la provincia- Áurea Embid Villaverde- una mujer alegre, divertida, familiar, cariñosa, inteligente, perspicaz, a la que hemos estado muy unidos siempre. 

Por Pedro Villaverde Embid 

La vida ha sido generosa al permitirnos disfrutar durante algún tiempo,  aunque nos haya parecido escaso, de abuelos, tíos abuelos y hasta una bisabuela. Es un gran tesoro guardar recuerdos de antepasados y de manera particular gozar aún de la lúcida compañía de una tía abuela, Áurea, nacida el 24 de agosto de 1921 en Huertapelayo  y bautizada cuatro días después en la iglesia de Santa María Magdalena de aquel bello enclave molinés. En su partida de bautismo, del 28 de agosto, uno de los obsequios que recibió en su fiesta de cumpleaños de este último domingo, quedan registrados los nombres de sus padres, abuelos paternos, maternos y padrinos del sacramento, inicio de la vida cristiana de una mujer que fue maestra en varios pueblos de nuestra provincia- Villar de Cobeta, Zaorejas, Armallones, Gárgoles de Arriba y Mondéjar-  y del colegio Rufino Blanco de la capital alcarreña y que regentó, muy de joven, hasta aprobar las oposiciones, la librería de su hermano Salvador, ubicada en la calle Benito Hernando (calle del Museo), junto al Brianda de Mendoza. Es, además, madre y abuela- adorada-, tras un largo matrimonio, que comenzó en la catedral de Sigüenza, con el también excelente maestro provincial, Fermín López, fallecido hace cinco años.

 

  Hoy queremos dedicar esta columna a una persona que entra en la nómina de los centenarios de la provincia- Áurea Embid Villaverde- una mujer alegre, divertida, familiar, cariñosa, inteligente, perspicaz, buena persona, a la que hemos estado muy unidos siempre. Vivió con nuestros abuelos, Salvador e Isabel, mientras estudiaba, nos cuidó en el colegio y acompañó, de niños, muchas tardes en la casa familiar, del paseo de  Fernández Iparraguirre, a la que cruzaba cuando salía de dar clase, con la que hemos celebrado numerosas efemérides y algunas penas, como las muertes de sus hermanos, esposo o su madre, y  con la que todavía mantenemos largas conversaciones telefónicas en las que nos manifestamos nuestro reciproco cariño, poniéndonos al día. El domingo, emocionada, satisfecha por haber llegado a esa cima, su  alegría ha sido sentirse querida y sus palabras el deseo de felicidad para todos. Son muchos los momentos compartidos por ser tanta la convivencia, una suerte por la que cabe hoy dar gracias a Dios y desear que se prolongue en lo posible dentro de las condiciones de salud que todavía conserva. Felicidades tía y gracias por querernos así.