Navidades pasadas

Si las navidades no existiesen habría que inventarlas. Más allá de su significación religiosa, que para los católicos es lo fundamental, suponen una inyección social y económica que redunda en un beneficio que debemos aprovechar. Pasear este último, frío, gris y feo domingo por la capital, con los comercios abiertos, multitud de personas con bolsas de regalos y cafeterías llenas de comensales disfrutando de un trozo de Roscón, era un gusto, como  cada día de estas fiestas donde la gente ha disfrutado de la oferta de ocio y actividad por las calles, llenas de un ambiente inexistente el resto del año, sin hablar ya del centro comercial en el que en algunos momentos no cabía ni un alfiler.

Son días para el reencuentro donde las citas con amigos y familiares, con muchas fechas significadas, se erigen como una obligación de comer, regalar, juntarse..., pero ello se traduce en dinero que circula, logrando salvar las cuentas de resultados de muchas empresas de los más diversos sectores, generando empleo, aunque sea por un mes y solo por esto merece la pena. La paga extraordinaria se nos va sin darnos cuenta, pero supone diversión, entretenimiento en tiempo de de vacaciones. Deja además dinero para fines solidarios y la cultura tradicional demuestra  lo viva que está, con las rondas y sus villancicos.

La fiesta de los Reyes da paso ahora a unos días de intensa actividad en los comercios, con las rebajas, aunque ahora están mucho más liberalizadas y repartidas durante el año. Por lo demás nos quedan los recuerdos, las fotografías de distintos momentos, regalos que nos han hecho ilusión, la oportunidad aprovechada de besos y abrazos con personas queridas con las que apenas nos vemos durante el año y poco más, porque el espíritu de la Navidad se evapora rápido. Esta misma semana equipo de gobierno y oposición han hecho sus balances y hasta en estos temas tienen que mirar con sus gafas sectarias. Cruda vuelta a la realidad y con cuesta. Ánimo.