Page, David Bowie y las olas de colores


La noche electoral del domingo pasado la tituló muy bien el alcalde de Valencia, Joan Ribó: “Ha llegado una ola azul”.  Efectivamente, el azul del color corporativo del PP tiñó el mapa electoral nacional.

En plena jornada electoral del 28 de mayo conocimos el fallecimiento de Antonio Gala, uno de los más grandes literatos españoles de la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos de XXI. Aunque por su avanzada edad y el cáncer terminal que padecía se ha tratado de una muerte anunciada, como la de Santiago Nasar en la conocida obra de García Márquez, la marcha de Gala ha llegado en un día de urnas y votos, de recuentos y estadísticas, de números más que de letras; definitivamente, un mal día para la lírica. El escritor, cordobés de adopción, aunque ciudarrealeño de nación, fue un hombre de izquierdas, pero sin militancia conocida, que tuvo casi siempre palabras poco amables para la política, algunas de ellas incluso acusándola de ser una actividad “a la que se dedican quienes no sirven para otra cosa”. Cierto es que a la política están acudiendo cada vez mayor número de personas que ven en ella, más que un fin de servicio público, un medio de vivir bien retribuido, distinguido e influyente que acorta carreras profesionales sin necesidad de formación especializada y experiencia, bastando para progresar con hacer partido y arrimarse adecuadamente a quienes deciden en él. Sin duda, parte de razón llevaba Gala cuando pensaba y decía eso tan contundente, pero no toda. Aún hay vida honesta y personas con vocación de servicio en la política, aunque las otras embarran mucho el panorama y convendría aclararlo para que “los políticos en general, los partidos políticos y la política” no sean el segundo problema de España tras el paro, como así lo han llegado a considerar uno de cada dos españoles según las encuestas del CIS.

Dicho lo cual, me meto en harina de mi propio costal para valorar los resultados electorales del 28M como se me ha pedido desde Nueva Alcarria y se me lleva pidiendo desde hace ya unas cuantas convocatorias electorales, supongo que porque aún recuerdan mi paso efímero por la política. Yo también lo recuerdo porque durante los ocho años, entre 1999 y 2007, en que fui concejal por el PP en el ayuntamiento de Guadalajara, cuatro en el gobierno y otros cuatro en la oposición, tuve el honor y el placer de trabajar por mi ciudad. Seguro que cometí muchos errores, pero la ilusión, el empeño y la dedicación que siempre puse a mis responsabilidades me hace mirar esa etapa con orgullo y yo soy muy orgulloso, bien lo saben quienes bien me conocen. Ser orgulloso no es un problema en sí mismo; el problema es ser orgulloso sin motivo. Y ahora sí, vamos a la harina, o a la arena, que son palabras casi homófonas y en este caso sinónimas en sentido figurado.

La noche electoral del domingo pasado la tituló muy bien el alcalde de Valencia, Joan Ribó: “Ha llegado una ola azul”.  Efectivamente, el azul del color corporativo del PP tiñó el mapa electoral nacional que desde 2019 se pintaba con el rojo corporativo del PSOE. Creo que fue Mark Twain, el padre literario de Tom Sawyer, quien popularizó esta frase de Disraeli: “Hay tres tipos de mentiras: mentiras, grandes mentiras y estadísticas”. Es una afirmación muy cierta, doy fe, pero estos contundentes datos que les voy a dar son estadísticos y no son mentira: En 2019 el PSOE obtuvo en las elecciones municipales un total de 6,7 millones de votos y en estas ha bajado a 6.2, mientras que el PP logró en los anteriores comicios 5,1 millones y en estos ha subido a 7. Es decir, el PSOE ha perdido medio millón de votos y el PP ha ganado 1,9. Sin duda, Ribó tenía razón y una ola azul, casi un tsunami en algunas regiones, ha llegado y va a suponer el cambio de color a favor del PP —con el imprescindible apoyo de VOX en muchos casos— de numerosos de ayuntamientos y de varias e importantes comunidades autónomas. Una de las que se ha salvado de esa ola por los pelos, ha sido precisamente Castilla-La Mancha, donde Page ha resistido como los numantinos a los romanos y ha conservado la mayoría absoluta por apenas unos centenares de votos en Ciudad Real, donde estuvo el último escaño en juego entre PSOE y PP hasta última hora. Paco Núñez ha estado muy cerca de ser el segundo presidente del PP en esta región, tras los cuatro años en que la gobernó -más bien administró-, Dolores de Cospedal, pero ha terminado perdiendo y veremos a ver si eso no implica también que Génova le considere amortizado pues es la segunda vez que es derrotado y el criterio “genovita” que se trajo Feijóo de Galicia es que, quien pierde dos veces, ya no es opción. Page, como he dicho otras veces, se adapta al cuerpo electoral de esta región como anillo al dedo; quizá su camaleonismo político, que me recuerda al visual de David Bowie, aunque sin glamour, tenga mucho que ver en ello, pero sobre todo su escuela Bono: hay que prometer y decir lo que se debe prometer y decir para luego hacer solo lo que se pueda o quiera. En todo caso, no le veo yo liderando el PSOE nacional por su manifiesto jacobinismo, algo que va en contra del federalismo progresivo en que se ha instalado el partido de Ferraz, pero no sería de extrañar que, si Sánchez cae el 23 de julio, los socialistas del centro y el sur le vean como una opción para centrar el partido después de tanto escorarse a la izquierda con el zapaterismo y el sanchismo y empatizar con ERC y Bildu.

En el ayuntamiento de Guadalajara todo apunta a que Ana Guarinos será la alcaldesa con sus 9 concejales más los 4 que va a aportar Vox. No tengo ninguna duda de que ese pacto se va a llevar a cabo, solo falta por saber qué le pide Javier Toquero a Guarinos y qué está ella dispuesta a dar, aunque la sartén por el mango la tienen los de Abascal y apretarán lo suyo. De entrada, está muy claro que Toquero va a ser el vicealcalde y Chema Antón, el número dos de la lista, va a ser el concejal delegado de Policía Local y Seguridad. Veremos qué competencias más asumen los de Vox y cómo funciona ese pacto. Guarinos es una política pragmática y Toquero una persona sensata. Pragmatismo y sensatez deberían combinar bien. Espero que ninguno de los dos se olvide de que la ideología inspira la gestión en los ayuntamientos, pero no la debe condicionar y, menos aún, maniatar, y lo que se debe hacer es gestionar lo mejor posible los recursos y los servicios públicos. Alberto Rojo ha perdido la alcaldía tras un pacto cómodo con Ciudadanos que ha desaparecido del consistorio por la dinámica de regresión nacional del partido que fundó Rivera, pero también porque no ha rentabilizado su gestión al optar por hacer seguidismo del PSOE y no diferenciarse de él, cuando llegaron al equipo de gobierno gracias a una mayoría de votos de “las derechas”. De hecho, de los tres concejales que ha perdido Ciudadanos, dos los ha ganado Vox y uno el PP, mientras que el escaño que ha subido el PSOE ha sido a costa de Podemos-IU. Por primera vez desde 1979 no va a haber un concejal comunista en el ayuntamiento. AIKE, por su parte, sí ha rentabilizado su visible trabajo de oposición y a punto ha estado de ser decisivo para que Rojo siguiera en la alcaldía, pero con su voto, algo que, a buen seguro, le iban a poner bastante más difícil que los naranjas. Termino ya diciendo que Alberto Rojo es una buena persona, empática y afable, pero ha sido solo un regular alcalde y gran parte de culpa de ello está en quien ha tomado decisiones que le correspondían a él y ha sobreactuado en exceso en la escena pública. Él es el primero que lo sabe y por ello no le doy el nombre.

Respecto a la Diputación, poco hay que decir más allá de que el PSOE ha traído a la provincia una “ola roja”, por seguir con el titular de Ribó, logrando una mayoría absoluta desconocida desde tiempos de Tomey. José Luis Vega ha gastado e invertido todo lo que se encontró ahorrado por el PP y eso se ha traducido en un mandato en el que han llegado muchos recursos de la Diputación a los pueblos, sobre todo a las zonas rurales, que es donde el PSOE ha consolidado su incontestable triunfo, sobremanera en los partidos judiciales de Sigüenza y Molina porque en el Corredor la cosa ha estado más igualada. Si a esa política expansiva se le une la influencia y el poder institucional —no quiero hablar de clientelismo, pero podría— que la propia Diputación y la Junta ejercen sobre el medio rural, pues ya les he dado las dos principales claves, que no las únicas, para que se haya dado este resultado. El PP tiene cuatro años por delante para reinventarse en las zonas rurales, si no, ya tiene perdida también la Diputación de 2027.