Podredumbre

21/06/2025 - 11:50 Jesús de Andrés

Se encuentra toda España perpleja e indignada, unos más que otros, ante el río de noticias que afloran estos días, ante la certeza de estar de nuevo donde pensábamos que no volveríamos, por donde ya pasamos otras veces, en eterno “déjà vu”.

 Vuelven las corruptelas en grado máximo. Esas que, decíamos ayer, tienen regusto chabacano a puticlub, farias y palillo en la boca. La corrupción es una lacra en todos los países. En las dictaduras encuentra su medio natural, se convierte en garante de fidelidad a quien ostenta el poder, forma parte de su ADN, tiene más incentivos que resortes en contra, pero al final acaba fagocitándolas. En las democracias corroe todos los mecanismos de funcionamiento del sistema. Nada destruye más que la corrupción, que diluye la confianza y arrasa la legitimidad de unos sistemas políticos que son débiles por definición, que se asientan en la certidumbre de que los comportamientos se ajustan a las normas dadas entre todos.

No es ningún consuelo, pero ocurre en todo el mundo. La tentación, y algunas voces en ese sentido escuchamos estos días, es considerar que se trata de un problema nuestro, que forma parte de nuestra idiosincrasia. Pero no. No se es corrupto por ser español, ni se deja de serlo por haber nacido en Noruega. No son más corruptos los políticos de derechas ni menos los de izquierdas, y viceversa. No hay corruptos premium ni corruptos cutres, como ha dicho aquel.  No hay más corrupción en el sur que en el norte. La corrupción tiene que ver con las normas previstas para su evitación, no con el carácter de la gente, la altitud geográfica, la orografía ni el clima del lugar. Hay más corruptos y corruptas allí donde hay poder y no existen normas ni control. Donde hay poder y toma de decisiones habrá corrupción si no hay límites normativos que lo impidan. Los países escandinavos no son menos corruptos porque sean moralmente superiores ni por tener menos horas de sol ni porque pasen más frío. Lo son porque hay leyes duras, control estricto del gasto y normativa sobre incompatibilidades para quien toma las decisiones.

Llegados a este punto, no queda otra que convocar elecciones, que dar por vencida la legislatura. Los relatos de que viene el lobo o las estrategias para soportar la tormenta que, por lo visto, todavía está por llegar, son problemas de Sánchez. No siempre resistir es lo más inteligente por más el presidente haya sido fiel seguidor del lema celiano. No siempre quien resiste gana. Decía Romanones que saber perder es tan solo una forma de la prudencia. Veremos, mientras se extiende el hedor, qué prevalece.