Pueblos turistizados
"Ya no vienen veraneantes, vienen turistas”, reflexiona uno de los contados pastores que aguantan en esta parte de España antes llamada simplemente rural y ahora vacía, vaciada, abandonada, desatendida, despoblada, y estos días también turistizada.
Venir de turista a tu propio pueblo era un sueño infantil de rico de ciudad en aquellos veranos sesenteros cuando 38 grados no era una temperatura extrema. Con pantalones, calcetines y zapatos blancos a juego, camisa roja Dúo Dinámico con un paquete de Chester en el bolsillo, gafas de sol tipo aviador, la minolta colgada al cuello y la billetera rebosona.
Las vueltas que da la vida. Entonces tampoco había mirasoles, como les llamábamos en la escuela, tan omnipresentes hoy en los campos, fotos, souvenirs y carteles festivos. Sólo alguno de muestra en algún huerto, pero sin la boscosidad de este año. “Igual tenemos que segarlos con motosierra”, ironizan los agricultores.
La música de las fiestas con orquestinas o modernos conjuntos dejaba de sonar justo cuando ahora empieza. Entonces no se pisaban una a otra como hoy, que se amontonan en torno a San Lorenzo, la Virgen de Agosto y San Roque.
Como buenos turistas los nietos de aquellos agricultores duros como la piedra pasan de iglesias, misas y procesiones. Si se acercan lo hacen móvil en ristre para instagramarlas. Como en la vida moderna cegatos con las redes sociales.
También nos hemos vuelto exigentes y respingados, como se contaba antes medio en broma medio en serio de los de Bilbao, Barcelona, Valladolid, Madrid, Molina, Milmarcos…Y horteras con bermudas y sandalias en el bar del pueblo.
Algunos se quejan de la peste de turistas que estos días asola España, y hasta de los cantos madrugadores de los gallos.
La turisficación rural acabará en septiembre. Se irán con lotería de Navidad en el bolsillo. Por si les toca a otros y a ellos no.