"Pusieron a los niños y mayores en primera fila porque querían imágenes para decir a la UE que somos los malos"

14/10/2017 - 14:26 J. Pastrana

Un Policía Nacional de la UIP relata sus vivencias desde que está destinado en Cataluña, desde la hostilidad inicial hasta las masivas muestras de apoyo en la manifestación del 8 de octubre.

Están ahí, debajo del casco, tras el escudo. Callados, aguantando insultos que no van en el sueldo, haciendo cumplir la ley. El pasado 1 de octubre hubo medios empeñados en criminizarles. Hace una semana un millón de personas les cubrieron de elogios y abrazos. Y ellos se emocionaron, porque no son uniformes con cascos, escudos y porras, también son personas.  Algunos de ellos no son ajenos a la provincia de Guadalajara, como el protagonista de este testimonio, que la siente como su hogar.


Martes, 26 de septiembre. Su grupo de la UIP (Unidad de Intervención Policial) es uno de los primeros en salir hacia Barcelona. “Entonces todavía no se hacían despedidas con banderas”. Un paseo de 10 horas en camiones cargados de maletas que no pasan de 90 kilómetros por hora. “Fue un viaje eterno”. No hay despedidas, pero en Zaragoza se cruzan con algunos coches que sacan banderas de España por la ventanilla y les jalean. “Teníamos la sensación de ir un poco a la guerra”, reconoce. 


Una semana antes de salir, los mandos ya habían suspendido todas las vacaciones y libranzas. No les cogió por sorpresa. Desde el principio del verano se venía rumiando el tema. “Se lo decíamos a nuestras familias, pero no terminaban de creérselo. Esperaban que Puigdemont se echara atrás con el tema del referéndum, pero al final se echó para adelante”. 


Cuando cruzan el peaje de Cataluña, las esteladas son las primeras en salir a recibirles. “Era todo campo, pero allí estaban”. Al llegar a Barcelona la cosa no mejora. “Los coches nos pitaban, la gente hacía cortes de mangas... incluso había algunos que se bajaban del coche para hacernos cortes de mangas”.  
A sus familias les habían dicho lo que la mayor parte del tiempo ha sido cierto, que no iban a enfrentarse con nadie, que las competencias de seguridad ciudadana eran de los Mossos D´esquadra y que sólo vigilarían cuatro edificios: dos comisarías de Policía, la Delegación del Gobierno y la Jefatura de Policía. Sin embargo, aquel primer día les hace temer “problemas graves de disturbios”.


Lo bueno de plantearse el peor escenario es que luego las cosas suelen mejorar. Los insultos siguen. “Cuando te cruzabas con algún hombre mayor te decía ‘fuera’ en catalán”. Y la población sabe quienes son, pero pueden hacer vida por la calle. “Días puntuales en los que hubo escraches y caceroladas nos dijeron que nos quedáramos. Algunos salieron en grupo, pero no hubo problemas. Había insultos, pero eran protestas pacíficas”. Lo más destacable de estos primeros días es la negativa de algunos gimnasios, “por amenazas”, a que los agentes usen sus instalaciones. 

 

La relación con los Mossos ya es “distante, fría. No te transmitían confianza”. Aún así, nadie se espera lo que ocurrirá el día del referéndum.

Se consuma la traición 
Día 1 de octubre. El Govern celebra su referéndum ilegal. Policía Nacional y Guardia Civil tienen orden de apoyar a los mossos cuando se les requiera. Sin embargo, las fuerzas estatales también cuentan con dos centenares de coches camuflados que vigilan la actuación de la policía catalana. “La información que nos llega es que no están haciendo absolutamente nada, que sólo van dos mossos a cada colegio y que la gente está votando”. Molesta, pero no sorprende. 


Lo gordo viene después, cuando algunos agentes consuman la traición. “Esperábamos que se mantuvieran al margen, pero no lo hicieron. Se pusieron del lado de los separatistas, obstaculizando nuestra labor. A ellos les aplauden y... supongo que algunos se contagiaron”. 

Puede que hubiera sido mejor cerrar los colegios electorales durante la noche, así no habría sido necesario desalojarlos después, “pero se decidió confiar en la profesionalidad de los mossos... Fue un error”.  


A su unidad le toca ir a colegios cercanos al cuartel del Bruch, donde están alojados junto a unidades de la Guardia Civil. “Aquí la gente es poco separatista y no tuvimos problemas”. Tan sólo en un colegio encuentran un grupo de padres con sus hijos y de personas mayores que intentan oponerse. “Fue todo resistencia pasiva, colaboraron. Gritaron todo lo que pudieron, pero no pasó nada. Supongo que se asustaron un poco al vernos”.
 
Guerra de imágenes
Una de las escenas que más llama la atención en la televisión es la de un padre que lleva a su hijo en hombros. Un agente le convence para que se retire de la primera línea y les ayuda a salir. “Ellos buscaban imágenes. Por eso ponen a los niños y a las personas mayores en primera fila. Quieren imágenes que poder enseñar en la Unión Europea para decir que somos los malos. Quieren a un policía empujando a un señor de 80 años o a un padre con su hijo”.
Los agentes lo saben y por eso tienen muy presente los criterios de proporcionalidad. “Yo aquí no he visto a ningún compañero dar un porrazo en la cabeza”. Tienen órdenes de no hablar con nadie. Deben aguantar los insultos. “El límite son las agresiones, cuando lanzan objetos y está en peligro tu integridad... Entonces cargas”. Aquel día, recuerda, las porras se utilizan con las piernas. “Hubo unos compañeros a los que acorralaron en una calle”. Los agentes hacen detonaciones con las escopetas sin munición, sólo ruido, y logran hacerse camino . 


A pesar de todo, durante la mañana comienzan a aparecer imágenes de personas con lesiones. A medio día vuelven al cuartel. “Al principio pensamos que habían conseguido la imagen que querían. Vimos la de una señora con la cara ensangrentada, pero luego resultó que era falsa, que le habían echado sirope de fresa. Recurrieron a la mentira”.


Sin embargo, los mandos consideran que es suficiente y les comunican que no habrá mas salidas, que eso sólo agravaría la situación.  “Y allí nos dicen que están votando otra vez. Nos preguntábamos qué sentido tenía haber salido si luego volvían a votar”, pero los independentistas no han sido los únicos que tienen imágenes. “Los coches camuflados grabaron a gente votando hasta cinco veces” y se han localizado urnas que ya llegaban llenas de votos con el sí a los puntos de votación. “Se había descubierto la trampa, así que decidieron replegarnos porque eso ya demostraba que la votación era ilegal”. 
 
¿Abandonados?
La misma noche del referéndum comienzan los escraches más fuertes. Donde los agentes de la Policía Nacional se llevan la peor parte es en Pineda del Mar. “Allí hubo gente que no pudo dormir en días y que terminó con un desgaste importante”. En el Bruch la situación es llevadera. El Rey aún tardará varios días en dar su discurso y los agentes consideran que el Gobierno no les apoya lo suficiente. “Parece que se lo pensaban mucho antes de salir. Sentíamos que estaban dejando que se nos presentara como los malos de la película”. En la televisión, un grupo de mossos se cuadra ante los independentistas, que entonan el himno catalán, Els segadors. 


Sin embargo, también hay banderas españolas que comienzan a aparecer en los balcones y el mismo día después del referéndum una madre se acerca con sus dos hijas al cuartel del Bruch. Allí deja un par de dibujos que han  hecho las niñas. Pide expresamente que se les entreguen a los agentes. En los dibujos, las niñas les dan las gracias por estar allí. No, no están solos. La población comienza a movilizarse.

Domingo, 8 de octubre. Un millón de personas sale a la calle en Barcelona. Se detienen antes las comisarías para animar, no para insultar. Se acercan a los agentes para darles abrazos, no para pedirles que se vayan. Les dan las gracias por estar allí. Les piden que no se marchen. “Fue muy emocionante, yo nunca había vivido algo así. Para nosotros fue un aliento enorme”. 


Parece que brilla más el sol. “La cosa ha cambiado. Ya no nos pitan los coches cuando salimos con la furgoneta y hay más banderas de España. Parece que esa mayoría silenciosa se ha dado cuenta de que no hay razón para estar asustado. Y los independentistas, al ver más españoles en la calle, se echan un poco atrás, no se creen tan poderosos”.
 
El futuro 
La rueda sigue girando. Martes, 10 de octubre. Puigdemont comparece en el Parlamento catalán para hacer un ‘sí, pero no’ con la declaración de independencia. Antes de su declaración, los independentistas vuelven a estar crecidos y regresan los insultos y los cortes de mangas contra la policía. “Van en grupo y se sienten protegidos”. Sin embargo, el discurso termina siendo un jarro de agua fría para muchos. “Notamos que se enfadan con Puigdemont, pero lo pagan con nosotros”.  


Miércoles 11. El Estado pregunta al Govern si ha declarado la independencia o no y Rajoy pone el artículo 155 sobre la mesa. “Si lo aplica, seguro que tendremos problemas de orden público”. 


Jueves, 12 de octubre, Día del Pilar. La fractura social en Cataluña parece evidente. “Me da la sensación de que cada vez hay más división”. En la calle, dos terrazas vecinas muestran banderas de distinto signo. “Y a lo mejor son vecinos que se conocen de toda la vida”. En Valencia la extrema derecha ya ha protagonizado incidentes violentos. “Yo creo que si se cruzan personas de distintos bando habría tensión, como ha pasado en Valencia, pero por ahora no pasado”... Hasta que a medio día los periódicos empiezan a hablar de una pelea en la Plaza Cataluña.


Si Rajoy recurre al 155, es de esperar que haya disturbios, pero ese no es el peor escenario posible. Las sospechas sobre el papel que desempeñarían los mossos también están ahí... y ellos además tienen armas. “Nos genera desconfianza que puedan enfrentarse a nosotros”. Sin embargo, aclara que no toda la policía autonómica es igual. “El otro día estábamos en Delegación y hubo varios que vinieron a darnos la mano y a decirnos ‘estamos aquí para lo que necesitéis’”.  El problema real de los mossos, aclara, son sus mandos. “Los que mandan están del otro lado. Lo que hay que hacer es descabezar a la serpiente”. 


España mira a Cataluña. La tensión es palpable en la esfera política y, lo que es peor, en la calle. Mientras tanto, Guardia Civil y Policía Nacional siguen en sus puestos.