
Regino Pradillo
En el centenario de su nacimiento pedimos, en recuerdo a la figura del universal pintor alcarreño, una sala que de manera permanente exhiba su obra en el Museo de Guadalajara.
Se cumple en este año- el 25 de noviembre- el centenario del nacimiento de uno de los más grandes pintores alcarreños de nuestra historia, Regino Pradillo, catedrático de Dibujo de Enseñanzas Medias, que durante años ejerció la docencia en el entonces único instituto de nuestra provincia, el Brianda de Mendoza, hoy Liceo Caracense, y que posteriormente fue a París como director del Instituto Liceo Español, enamorando con su obra a la crítica y al público galo como queda acreditado en la hemeroteca de Nueva Alcarria, esa que repasamos cada semana para extraer algunos titulares que resaltar en la columna de Hace 50 años. Con frecuencia se hablaba en nuestras páginas de los éxitos de las exposiciones del artista, que desde pequeño demostró afición y talento por el dibujo y la pintura. Hoy es un gozo contemplar sus paisajes, grabados, dibujos, cuadros de la Virgen, Cristo u otras figuras y escenas religiosas- era un hombre de profunda fe- o los centenares de retratos de distintas personalidades españolas y francesas que realizó, siendo acreedor de numerosos galardones y nombramientos.
En Guadalajara una calle recuerda su figura.Herrera Casado, cronista provincial y alumno suyo, describía con su precisa pluma las caracteristicas de su arte con el pincel en su artículo del pasado viernes- al que remitimos para conocer en profundidad su figura- y pedía un reconocimiento de la ciudad que le vio nacer y a la que volvió cuando supo que su muerte- con tan solo 65 años- estaba próxima. Pedía una sala monográfica en el Museo de la Ciudad, solicitud a la que nos unimos. En el Infantado y en el Museo Sobrino, hemos visitado hace algunos años, a la vez que saludado a sus hijos, sendas exposiciones sobre su obra, que ya conocíamos. Merece la pena ese espacio perenne.
Respecto a su cordialidad y humanidad podemos dar fe porque le unió una gran amistad con nuestro abuelo, Salvador Embid, atesorando un buen número anécdotas. Todo un genio.