TENET: El maravilloso puzle temporal de Nolan

27/08/2020 - 19:00 EL CINÉFAGO

Nolan vuelve a deslumbrar con una impactante obra de abrumadora excusa argumental, pero sin renunciar a la simplicidad del más divertido cine de espías. 

¿Puede ser Tenet una maravilla visual y a la vez una intensa película de espías en la que el tema del tiempo es casi un simple McGuffin? La lógica nos dice que sí. Sin embargo, en estos tiempos polarizados, parece que siempre toca afirmar o negar, amar u odiar, sobre todo cuando se trata de directores gigantes, como Christopher Nolan.

Hoy en día, pocos creadores pueden permitirse el lujo de levantar un proyecto tan mastodóntico como Tenet sin el respaldo de una franquicia, sólo con su nombre como aval. Por fortuna, Nolan es uno de ellos. Todos nos hemos dado cuenta de que el concepto tiempo juega un papel fundamental en sus películas, pero el creador ha sabido ir abordándolo desde distintas perspectivas, ofreciendo productos frescos y diferentes que no rehúyen de su origen común y que incluso beben unos de otros.

Tenet se aleja de la intensidad emocional de otros trabajos de su director para echarse en brazos de la acción pura y dura. De hecho, el montaje de sus primeros 30 minutos puede considerarse casi apresurado, abundante en elipsis que los fans del género de acción y espionaje podrán rellenar sin problemas, aunque no por ello suponga menos riesgo dejar la mayor parte de las explicaciones en manos de la propia imagen. El espectador tiene prohibido pestañear y Nolan corre para asentar las bases de una historia que se alargará durante dos horas y media.

Imposible no pensar en 007 en más de una ocasión, como un convincente John David Washington viajando por diferentes países, vistiendo ropa elegante, tuteando a reyes del crimen y hasta con su propia chica Bond, aunque él mismo bromea con el referente: “No sobreestime mi capacidad de seducción”, le dice a un testimonial Michael Caine.

El tiempo invertido es ese McGuffin que necesitaba la historia para echar andar y para que Nolan pueda rodar unas excelentes escenas de acción, pero excelentes a su manera. Donde otros apuestan por el CGI o los falsos planos secuencia para deslumbrar, él se inclina por el montaje y la banda sonora. Son sus dos grandes armas a la hora de orquestar un espectáculo mayúsculo y complejísimo que dará horas de conversación a quienes vean la película.

Es el truco de magia dentro del truco de magia. El fuego artificial que esconde un puzle en su interior. La estructura de la propia película, no el tiempo, vuelve a ser el laberinto como ya lo fuera en Memento. Un servidor, en su delirio fascinado, sueña con posibles secuelas, una trilogía incluso y es consciente de que hará falta un revisionado para seguir atando cabos.

Tenet no será el mejor trabajo de su creador, pero pedirle que iguale obras cómo Origen, Interstellar o El Caballero Oscuro sería como obligar a Spielberg a estar siempre rodando películas como Encuentros en la tercera fase, Salvar al soldado Ryan o La Lista de Schindler. Tenet es en la filmografía de Nolan lo que Indiana Jones podría ser para Steven, pero con el estilo propio de su creador, sofisticado y adulto más que soñador y familiar. Demuestra que Nolan es uno de los pocos directores hoy en día con capacidad para seguir innovando mas allá de los efectos especiales, capaz de crear historia únicas e hipnóticas en sí mismas. Es una joya del entretenimiento en la que pocas piezas chirrían -quizás las conversaciones más intimas entre los personajes de Washington y Elizabeth Debicki sean el punto más débil- y en la que Pattison sigue demostrando que es injusto juzgarle siempre por su participación en Crepúsculo.

Tenet es magia para adultos. Acomódense en la butaca, disfruten, déjense llevar y rómpanse la cabeza con los misterios de la propia película, no de su excusa argumental. Cine en mayúsculas.