¿Un monseñor progresista?
Artículo publicado en Nueva Alcarria en febrero de 1996.
A monseñor José Sánchez González, nuestro obispo, y ojalá sea por muchos años, le han preguntado de todo estos días los periodistas con motivo de su elección como secretario general de la Conferencia Episcopal: que si es un obispo rojo, que si es liberal, que si es progresista. Más o menos es lo mismo con que yo le incordié en nuestra primera entrevista a la semana justa de entrar en la diócesis. A mí me contestó con cordialidad no exenta de ironía al comprobar mi poca imaginación. Si era de izquierdas, como le pregunté, no me iba a decir que sí, y si no lo era no me iba a responder simplemente no. Así que me contestó que no aceptaba la pregunta porque era transcribir lo político a lo religioso, y en la Iglesia lo de izquierdas y derechas no tiene correlación. En la Iglesia, en todo caso, se puede hablar de talantes, me dijo. “¿Tarancón o Guerra Campos?”, insistí. “Jesucristo”, me respondió.
-¿Le han hecho liberal sus años en Alemania?, le pregunté en la salita del monasterio de Valfermoso de las Monjas donde charlábamos. “Mi estancia en Alemania me ha dado un talante de apertura, de sentido de lo universal, de relativización de los provincialismos y de las pequeñas patrias. Si eso es ser liberal, pues, sí, soy liberal, pero quitándole la connotación política. Liberal lo entiendo como contrario a dogmático, a intransigente, a cerrado en una idea o sistema”. Monseñor José Sánchez, que se declaró amigo de José María Setién, el obispo de San Sebastián, al que calificó de “hombre justo, pacífico y honesto, que sufre como pocos la violencia de ETA”, consideraba extraño que después de quince años de democracia, el Gobierno pusiera tantas dificultades para conversar con la Iglesia. Para nuestro prelado, el Gobierno no es culpable de la descristianización actual, que es un fenómeno de la cultura de los países desarrollados. No creía, por otra parte, que hubiera descristianización en la sociedad española. “Puede haber pérdida de valores, de número, pero eso a lo mejor es purificación”.
Cuando llegó monseñor Sánchez a nuestra diócesis, como venía con cierta fama de progresista, de aperturista, frente al conservadurismo de monseñor Jesús Pla Gandía, hubo muchos que le recibieron con prevención y hasta algunos le llamaron a escondidas “rojo”. Al cabo de quince meses de gobierno diocesano creo que todos se han olvidado de aquellas suspicacias al ver su talante abierto y su exquisita actuación, podríamos decir que profesional, al frente del Obispado, donde se ha ganado la simpatía de todos: sacerdotes y fieles. Ya veremos cuando haga públicos los nombramientos para los tres vicariatos y las trece delegaciones diocesanas. A lo mejor para algunos vuelve a ser sospechoso.
Al ser elegido ahora para su nuevo alto cargo de secretario general de la Conferencia Episcopal otra vez ha sido mirado con recelo por su identificación con no sé qué ocultos objetivos. Desde luego no serán de identificación política con ningún partido. En una reciente entrevista me dijo: ”Quiero ser libre y no condicionarme por ningún partido político ni ser condicionado por él. Yo respeto a todos y quiero que me respeten a mí, a mi identidad de hombre de la Iglesia. No tengo problemas de fidelidad a ningún partido o ideología o corriente social. Mi única fidelidad es el Evangelio. Pero quiero colaborar con todas las autoridades legítimamente constituídas en bien del pueblo, al que ellos sirven y sirvo yo. ¿Por qué vamos a reñir en el servicio? La Iglesia tiene que ser libre, pero no enemiga de nadie, sino colaboradora. Si yo veo que un Gobierno o una autoridad actúa contra los derechos de la persona o de los valores humanos, contra la libertad, la justicia y la paz, contra eso, naturalmente, yo hablaré, en comunión con las decisiones de la Conferencia Episcopal. Lo que no haré es estar todos los días soltando soflamas”. Al preguntarle si puede un católico votar a un Gobierno que tiene como ministra a Matilde Fernández, monseñor Sánchez expresó su escrúpulo a juzgar a las personas. No obstante, manifestó que “la señora ministra de Asuntos Sociales sin duda ha tenido actuaciones equivocadas, notablemente equivocadas, pero la Comisión de Migraciones que presido y servicios vinculados a ella reciben ahora la ayuda de su Ministerio. Es decir, como todo el mundo, tiene sus fallos y sus aciertos. De ahí a decir que no se vote a un partido que tiene personas cometen errores hay mucha distancia. El voto es una cosa personal e intransferible. Nadie puede votar por otro y yo no quiero condicionar a nadie”. El lector dirá si estas opiniones son de un obispo político o de un hombre de la Iglesia.