Un palacio manierista en Viso del Marqués


El manierismo es una vuelta de tuerca sobre el ya constituido arte del Renacimiento. 

La escultura en bronce de Don Álvaro de Bazán, capitán general de galeras del rey Felipe II y primer marqués de Santa Cruz, vencedor en Lepanto, señor de la villa, y su benefactor, revela al viajero de hoy a quien se debe la magnificencia del palacio que se dispone a visitar. Por aquí pasaba el Camino Real de Andalucía, y era parada obligada en la ruta de Toledo a Granada y Sevilla. La movilidad que requería por sus cargos el marqués, le sugirió la conveniencia de construirse palacio en este lugar, pues aunque está tan lejos de todos los mares, al menos era sitio pasajero, y venía a ser el centro equidistante de la salida a los tres mares en los que él se movió, Mediterráneo, Atlántico y Cantábrico.

Gran marino y militar, don Álvaro de Bazán fue llamado “padre de los soldados”. Nombrado por el rey Felipe II Capitán General de la Mar Océana, le llegó la muerte cuando preparaba la invasión de la Gran Bretaña. Quiso dejar levantado en este lugar pasajero un monumento que recordara, por siglos, su figura, y que maravillara a los espectadores por la belleza de sus líneas y pinturas, y por la potencia que de ellas emanaba.

Ceuta socorrida por las naves del Almirante Santa Cruz.

El momento de su construcción abarca de 1564 a 1588, siendo su arquitecto diseñador Enrique Egas el Mozo, en 1562, aunque luego fue Giovanni Battista Castello il Bergamasco, quien dirigió el proyecto, ayudado de otros maestros menores, algunos italianos, como Domingo, el maestro Miguel, y el maestro de carpintería Alberto. Se empezó a construir en 1564. Y se acabó unos 10 años después, dejando la siguiente década para su decoración y relleno de sus muros y salas con pinturas al fresco, hoy sin duda lo más sorprendente del conjunto.

Tiene planta cuadrada, de grandes dimensiones, y en sus cuatro ángulos tuvo, de inicio, sendas torres culminadas en chapiteles, pero las cuatro se derrumbaron cuando el famoso terremoto de Lisboa de 1755. La fachada es de gran sobriedad, con vano de entrada enmarcado por arco de medio punto escoltado de columnas. En el primer piso sobre esa puerta, un gran balcón sobre el que luce el emblema heráldico del linaje de Bazán. La puerta da acceso a un amplio zaguán y, en línea recta, a través de una breve escalinata, al patio. El interior del palacio del marqués de Santa Cruz conjuga influencias netamente italianas con tradiciones españolas.

Pero lo esencial de este palacio, el motivo de su fama, aparte de la bella conjunción arquitectónica del edificio y sus contenidos como zaguán, patio y escalera, son las pinturas que lo adornan. En gran profusión ocupan sus muros y techumbres y son tan abundantes y varias sus temáticas, que sin duda este palacio se alza como el más importante elemento de pintura mural de carácter civil en toda España.

Familia de don Álvaro en las techumbres pintadas.

El programa iconográfico de este inmenso conjunto pictórico tiene como finalidad la exaltación de las empresas militares del marqués de Santa Cruz y de sus antepasados. Y lo hace con representaciones de temas mitológicos y campañas militares. En el zaguán se representa la leyenda de Neptuno, dios del mar, y “patrón” por decirlo de alguna manera, del propietario, que es gran marino. Nos asombra en el techo de este zaguán primero la imagen de la Apoteosis Nocturna de Neptuno sobre su carro triunfal, tirado de hipocampos. El tema de esta gran pintura está tomado de las Imágenes de Filístrato, en las que el dios marino tiene un corte de dios justo, pero duro con los sublevados. Acompañan al dios las alegorías de la Guerra, la Victoria, la Fama, la Navegación, la Paz, la Alianza, la Armonía y la Concordia.

Junto al zaguán, hay dos saletas también con pinturas en sus techos, tomadas de las Metamorfosis de Ovidio y el Asno de Oro de Apuleyo. En la sala occidental aparecen Venus y Adonis y en la oriental Apolo y Coronis.

En las galerías del patio se ven representadas ciudades en las que don Álvaro realizó sus hazañas: Ceuta, Tánger, Marbella, Cabo Agüer y Navapico. En los ángulos, alegorías de España y los Estados Pontificios, rodeadas de las ciudades de Burgos, Toledo, Granada, Sevilla, Venecia, Génova, Nápoles y Roma. Acompañadas a su vez de las figuras de Carlos V, Felipe II y Pío V. Enfrente, las naciones enemigas: Francia, Turquía, con sus ciudades más importantes, Paris, Marsella, Lion y Bolonia, más Damasco, Constantinopla, El Cairo y Argel, y los monarcas Enrique IV y Selian.

En las salas bajas aparecen escenas de la leyenda de Ulises, sus compañeros, y sus aventuras, y al lado opuesto se encuentra la Sala de los Cuatro Elementos dedicada a Escipión. En las bóvedas de la escalera, entre prominentes estucos, se ven los siete pecados capitales (Vanidad, Gula, Ira, Avaricia, Lujuria, Envidia y Pereza) más la Ignorancia, frente a otros tantos Trabajos de Hércules: así se pinta la lucha eterna de la Virtud contra el Vicio, y dando de nuevo valor a la que se supone idea de buen ciudadano de don Álvaro de Bazán. Es, en definitiva, una exaltación de los valores del Humanismo, cuajados todos en la persona del marqués de Santa Cruz.

En la escalera, las bóvedas albergan luego escenas variadas de la historia de Roma, como es la propia historia de su fundador Rómulo, la Coronación de Numa Pompilio, el asesinato de Julio César, la construcción de la Mole Adriana, y la historia Mucio Scévola. Surgen aquí también las alegorías de la Gloria y la Fama, muy utilizadas en lugares de acceso y paso.

Ya en las salas del piso superior, en los salones altos, las inmensas colecciones pictóricas que suponen la formación de la Sala de Portugal, con las escenas del asedio por mar a Lisboa, los generales y personajes que participaron, vistas de la costa, etc. En el Salón de Linajes, los muros y bóvedas se llenan con retratos del pasado, árboles genealógicos y alusiones al mito de Hércules. En el centro de la bóveda del Salón de Linajes, aparece la escena que da nacimiento a la nobleza del apellido Bazán: es el momento en que don Alonso González de Baztán, en el año 882, libera al rey de Navarra Sancho Abarca Tercero del poder de los franceses, y este en premio le mandó dejar sus armas y tomar las del tablero de damas. Es muy curiosa la disposición de las pinturas de esta sala, pues recorriendo la bóveda, y simulando una balaustrada, asoman a ella, emparejados con sus esposas, los antepasados de los Bazán, que se identifican fácilmente por los carteles que bajo ellos corren.

Hispania retratada en la techumbre del palacio de Viso del Marqués.

La intencionalidad del conjunto de pinturas que tapizan paredes y techos de este palacio, es la de exaltar las empresas militares del marqués de Santa Cruz y sus antepasados, aunque sin duda la armazón ideo­lógica estaba basada en un complejo mundo de erudición y sabiduría humanista. Así es cómo, aparte de la belleza intrínseca de su aspecto, los autores jugaron con la capacidad de poner a prueba el nivel de erudición de quien los encargó, los realizó y de quien los observa. Para el Bergamasco y sus colaboradores, estas pinturas supusieron un alarde de preparación intelectual, alarde en el que participó el propio marqués de Santa Cruz, que tenía asimismo una sólida formación humanista tras sus largas estancias en Italia, apoyadas y validadas por el círculo de eruditos sevillanos que frecuentaba. Para el espectador de este conjunto iconográfico, el cúmulo de atributos y símbolos suponían, y suponen, un difícil reto y una continua incitación a la reflexión sobre la Historia y los valores mora­les.

De este edificio y su asombrosa decoración, debida a los pinceles de los italianos Giovanni  Battista Peroli, Esteban Peroli y César de Bellis, lo que saca en conclusión el viajero es que está ante uno de los pálpitos más firmes de la nación, de sus forjadores, de sus anhelos, de sus intenciones. Que era hacer grande, y potente, a España frente a sus enemigos, que nunca le han faltado.