Una ruta que lleva hasta Ferreñuela


 La ruta de hoy me ha llevado, en fácil caminada, desde la orilla izquierda del Tajuña frente a los Palazuelos del Agua, hasta los restos del despoblado de Ferreñuela. Un camino para hacer en otoño, que te deja pensar, al tiempo que se anda.

En el empeño de descubrir nuevas rutas, ofrezco hoy esta que es fácil y deja sentir el placer del camino por la profunda Alcarria de Guadalajara. Apenas dos kilómetros de leve subida, desde un puente que cruza sobre el Tajuña, frente a las Casas de Palazuelos y su Hotel Rural. Con una altitud que va de los 832 m. del cauce hasta los 936 m. en los que habita lo que queda de Ferreñuela, que fue un pueblo medieval del que solo pervive la iglesia románica. La subida, que es leve, se hace siempre por el valle de los Montecillos, y el lugar se encuentra frente al vallejo que trae las aguas, escasas, de la Fuente del Cura. Sus coordenadas exactas son: 40º 46’ 46.79” N  /  2º 47’ 46.38” W.

El cronista y académico don Juan Catalina García López incluyó una entrada sobre Ferreñuela en su “Catálogo Monumental de la Provincia de Guadalajara” que a principios del siglo XX (1906) realizó por encargo del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Aunque ya era mayor (tenía 61 años) y carecía de medios de locomoción que no fueran mulas para andar por los campos de nuestra tierra, el director del Museo Arqueológico Nacional se animó a llegar, entre otros sitios, a Ferreñuela, dejándonos una jugosa visión del lugar, hecha con limpia mirada y sabiendo de qué habla. Decía así Juan Catalina en la ficha correspondiente a Brihuega:

“En el término municipal de Brihuega hay algunos despoblados cuya situación permite señalar ciertamente los restos de ellos que quedan. El más antiguo de todos es el que ahora llaman Roñuela, no lejos de Roña que mencionaré al hablar de Olmeda del Extremo, a cuya jurisdicción pertenece. Roñuela, cuyo verdadero nombre fue Ferreñuela, era una aldea situada en el vallecillo que baja desde oriente a desembocar en la margen izquierda del Tajuña, frente al sitio llamado Palazuelos, donde hay todavía una casa que heredó este nombre, y la Covatilla. Ferreñuela, entonces Ferrenuela, aparece mencionado en un documento de 1230 como aldea de Brihuega.

El arco triunfal de la iglesia de Ferreñuela.

Además de los cimientos de algunas casas, se encuentran en lo que fue Ferreñuela las ruinas de su iglesia, un edificio de mampostería de una sola nave, larga en el interior 19 m. y ancha 6,15, con capilla mayor más estrecha que la nave y rematando en ábside semicircular, con tres saeteras guarnecidas de sillería abocinada y de medio punto: la capilla mayor tuvo bóveda hecha con toscas losetas tendidas horizontalmente, y de ella queda parte. El ingreso a la capilla es de arco ojival de sillarines de dura arenisca: el arco se apoya en dos medias pilastras, adosadas, también de arenisca, sin otro capitel que una estrecha moldura del Cister y bocel que a manera de imposta corre por el interior de la capilla para servir de arranque a la bóveda. La iglesia está orientada, aunque no con exactitud. Aun se mantiene medio destruida y sobre dicho arco la espadaña del campanario y por el suelo yacen los restos de la pila bautismal”.

La subida a pie desde el río Tajuña ha sido cómoda porque la mañana primera tiene brisas frescas y un sol generoso. Al pie de una colina boscosa se ve la ruina del antiguo templo. Ni rastro de otros edificios. Al contemplarle ahora se da uno cuenta de lo que se ha perdido en poco más de un siglo, desde que el primer cronista provincial la describiera. Sobre el arco triunfal, que es lo más vistoso del enclave, ya no hay espadaña. El ábside ha menguado en sus dimensiones, y ya no existen las tres saeteras que viera Juan Catalina. Del capitel cisterciense ni rastro. Porque un siglo es mucho tiempo, y algún que otro amigo de lo ajeno se ha paseado por allí durante este tiempo.

El templo tiene su ábside hacia levante, y los pies hacia poniente. Está bien orientado, aunque forzado por la orografía. El muro norte está en parte soterrado por el aluvión del cerro que en ese costado le ampara. La cara sur muestra las pilastras que escoltaban la entrada, y un resto de ventanuco. En todo caso, el edificio ha sido reacondicionado en tiempos/siglos pasados, para el resguardo de ganado, y está como menguado en sus dimensiones, pero en todo caso claramente declara su origen litúrgico, su primera versión de templo cristiano y su estilo medieval.

La iglesia románica de Ferreñuela vista desde los pies del templo.

De Ferreñuela nos llevamos la imagen de su apostura en medio de los quejigares y carrascales de la Alcarria profunda, en un valle inclinado y silencioso. Y sobre todo la de su gran arco triunfal, apuntado, hecho de limpios sillares de dura piedra arenisca, muy bien tallados (aunque sin señal alguna de marcas de cantería). La imposta norte está entera, pero la sur ha sido expoliada, porque las piedras eran muy buenas, y eso le hace perder un tanto de estabilidad. Aunque ese arco, y aunque nadie lo proteja de algún modo, tiene pintas de mantener aún por muchos años su elegante rotundidad.

De Ferreñuela se sabe que el lugar fue ya sede de habitación humana en la época pleistocénica, mediado el largo periodo paleolítico. El académico Abascal y otros autores han revisado el terreno, en un altozano de la derecha del valle, y han encontrado abundante material lítico, con elementos de sílex, que prueban ese remoto poblamiento. Lugar idóneo para la vida, un amplio valle de suaves costados con microclima amable, agua en el centro y fáciles caminos comunicantes. Caza y agricultura, y la paz de una repoblación que llegaría hasta nuestros días sin oír jamás por allí los truenos de las armas.

Muy escasas menciones nos han dejado los documentos de archivo sobre Ferreñuela. Sabemos que fue primeramente, tras la Reconquista del territorio por Alfonso VI, aldea del alfoz de Atienza, que se extendió desde su inicio hasta la orilla derecha del Tajo. Más tarde, y por concesión del rey de Castilla Fernando III al arzobispo de Toledo don Rodrigo Ximénez de Rada, en 1234 pasó a ser propiedad de este obispo, y del Cabildo de la catedral primada. Y ya en 1242 es mencionada como una de las aldeas de Brihuega en las que se aplicará el Fuero que el Arzobispo concede a su villa y territorio. Con su vida sencilla de aldea agrícola siguió hasta mediados del siglo siguiente, cuando la Peste Negra que asoló Europa la dejó casi vacía de habitantes. Muchos murieron, y los que quedaron se fueron a vivir a Brihuega o a las aldeas circundantes. Y Ferreñuela quedó vacía, hundiéndose de a pocos, cada siglo un poco más, y ahora con más celeridad, porque el vandalismo y la rapiña la ha sometido con fuerza al desplome y la ruina acelerada. Todavía en 1386 figura en documentos de pleitos de los monjes jerónimos de San Blas de Villaviciosa refiriéndose al lugar ya como despoblado. Su nombre, que figura con claridad en los documentos, derivó en Roñuela, que es como ahora se conoce al enclave despoblado, y a las ruinas de la iglesia que señorean el arroyo de los Montecillos, que baja desde las alturas de La Olmeda y el también viejo despoblado de Roña, hasta la margen izquierda del río Tajuña, donde he iniciado mi paseo otoñal para ver lo que queda de esta población que tuvo vida.

Ruinas del templo de Ferreñuela.

De Ferreñuela se ha hablado poco hasta ahora: la cita Pareja Serrada en su obra “Brihuega y su partido”, pero nada dicen las Relaciones Topográficas enviadas a Felipe II. Quien mejor la describe es Juan Catalina García López en su Catálogo Monumental de Guadalajara, como antes he dicho, y recientemente ha sido el profesor Arturo Salgado Pantoja en su libro de Arte Románico en los despoblados de Guadalajara, editado por la Fundación Santa María la Real de Aguilar de Campóo, quien nos ha dado noticia, datos y fotografías de este enclave. Al que, en todo caso, vale la pena hacer un viaje, a pie y meditado. Porque es una forma segura de conectar con el mundo.