Una semana no grande
Este lunes no habrá chupinazo en la plaza Mayor, tampoco paella en la Concordia ni acto alguno en la que será una semana más en el devenir de una ciudad entristecida.
Después de un cuarto de siglo escribiendo por estas fechas sobre la devoción de la ciudad a la Virgen de la Antigua, el modelo de fiestas, la alegría de las peñas, los carteles taurinos o la calidad de los conciertos, se hace extraño no comentar el discurrir de la Semana Grande de Guadalajara, aquella que un día nos hizo felices trasnochando hasta el encierro y que en los últimos tiempos nos permitía disfrutar del ambiente del vermú solidario, un paseo por las atracciones y chiringuitos de la feria o el reencuentro con amigos después del estío. Nunca pensamos que algún día no habría fiesta aunque la suspensión en Almoguera por decisión vecinal en el fatídico verano de la riada en 1996 alertaba de que algo excepcional puede ocurrir. Y ha pasado. El desfile de la alcaldesa perpetua por las calles no pudo ser, quedando como consuelo la misa televisada. Este lunes no habrá chupinazo en la plaza Mayor, tampoco paella en la Concordia ni acto alguno en la que será una semana más en el devenir de una ciudad, como todas, casi en el mundo entero, entristecida, resignada,pendiente de brotes, con la mirada en los centros educativos que después de seis meses han abierto sus puertas con mil medidas de precaución y la consciencia de la necesidad de los estudiantes de seguir aprendiendo y formándose en las aulas.
Es justo en estos difíciles días para profesores, progenitores, familias, personal de los colegios e institutos, de la propia Consejería de Educación, y alumnos, reconocer la valentía de todos al dar un paso adelante, en medio de una pandemia en vías de control con los centros de salud avisando de un previsible colapso en las próximas semanas. Es un momento histórico duro, incierto, en el que la salud está amenazada y junto a ella la economía, tan íntimamente vinculada que obliga a convivir con el virus porque la alternativa, el confinamiento, sería la ruina. Las camisetas de las peñas en la calle Mayor nos recordarán hasta el domingo del ‘pobre de mí’ la dimensión de la situación dramática que atravesamos. El éxito en la vuelta a la relativa normalidad que significan los escolares en sus clases será el punto de inflexión anímico que como sociedad precisamos.