Viajar en Semana Santa

19/04/2019 - 19:30 Luis Monje Ciruelo

¿Será que los noventa y cinco años que ayer, Jueves Santo, cumplí me anublan las ideas y hacen que me den pereza los viajes?

Lo que por profesión, sentimiento o inercia nos sentimos obligados a escribir sobre la Semana Santa en estas fechas, sin querer volvemos la memoria atrás, sobre todo si somos muy mayores, para ser nuevamente el niño de doce años que fuimos durante la guerra en nuestro pueblo familiar. Pero cuando me disponía a evocar aquella Semana Santa rural en la que todo era nuevo para mí leo que la Dirección General de Tráfico calcula que esta Semana Santa  saldrán a la carretera más de quince millones de vehículos. Y al niño que todavía soy algunas veces, se le ocurre preguntar: “¿Pero es que en su pueblo -o ciudad- no hay Semana Santa?”. Luego resulta que esos millones de viajeros en busca de emociones nuevas en ciudades foráneas, son casi los mismos que hicieron ”puente” –o viaducto- para pasar las Navidades en la casa de la costa después de disfrutar del de la Constitución. ¿Pero es que no saben estarse quietos en casa, en el hogar, dulce hogar, donde la felicidad tiene su asiento y desde cuyas ventanas, o en la inmediata acera, posiblemente puedan ver pasar las procesiones, con el obispo, el alcalde bastón de mando en la mano, con los concejales detrás, incluidos los de la oposición, pese a que unos se declaran ateos o no creyentes? ¿Es que no les agrada ver a cientos de alcarreños, sus convecinos y amigos, vistiendo con ilusión el capirote de sus cofradías y las largas filas de mujeres con mantilla y peineta acompañando a los “pasos” para tratar de conseguir, como quiere el Ayuntamiento, la declaración de fiesta religiosa regional?  ¿No les asustan las estadísticas de víctimas en estas multitudinarias escapadas? ¿Será que los noventa y cinco años que ayer, Jueves Santo, cumplí me anublan las ideas y hacen que me den pereza los viajes?  Porque cuando tenía cuarenta años menos, bien aproveché las vacaciones de Semana Santa para hacer un viaje familiar con mi coche a París, Bruselas y regreso como único conductor. Y no tuve pereza. Y al que lo dude puedo enseñarles fotografías de mi coche, un R-8, matrícula GU- 17.811, ante la Torre Eiffel y en  el Atomium, de Bruselas y yo, de pie, junto al coche,  más ágil y más esbelto que ahora.