50 años recordando a Picasso

02/10/2022 - 13:59 Emilio Fernández Galiano

Se grababa al genio dibujando los más variopintos motivos, principalmente figurativos y, entre éstos, animales, con el toro y el toreo como principales protagonistas para bochorno de los trasnochados progres ya caducos.

Por Emilio Fernández Galiano

Se celebra este año el 50º aniversario de la muerte de Pablo Ruiz Picasso, simplemente Picasso. Como todo genio, el malagueño recorrió un dilatado viaje estilístico con paradas en diferentes estaciones: sus tres primeros periodos condicionados por la luz y los colores, el Periodo Azul, el Rosa y el Negro, dando paso a las formas, el Cubismo, Clasicismo, Surrealismo y Expresionismo. En esa búsqueda de lo sublime a través de la síntesis, terminó disfrutando con sus dibujos y, ya en la vejez, con sus esculturas y volúmenes a partir de cualquier referencia. No en vano, al final de su larga vida había realizado 1.885 pinturas, 7.089 dibujos, 342 tapices, 30.000 grabados y litografías, 150 cuadernos de bocetos, 1.228 esculturas y 2.880 cerámicas, según catálogos oficiales de sus descendientes. 

Terminé este verano mis vacaciones pasando unos días en Málaga, hoy por hoy, capital cultural de Andalucía, gracias a la magnífica gestión de su alcalde, Francisco Torres. Y acudí, una vez más, al Museo Ruso, espejo de los mejores pintores de aquel país durante los siglos XIX y XX, cuya visita es como pasear por los templos artísticos de San Petersburgo.  Por las consecuencias de esta absurda guerra, el intercambio de obras ha sido paralizada permaneciendo ahora el museo malagueño abierto a otras exposiciones. Se aprovechó por tal motivo una retrospectiva de muchos de los dibujos de Pablo Picasso en una muestra muy bien expuesta. 

En ella se incluyen películas en las que se grababa al genio dibujando los más variopintos motivos, principalmente figurativos y, entre éstos, animales, con el toro y el toreo como principales protagonistas para bochorno de los trasnochados progres ya caducos, que cierran los ojos al observar cómo muchos de sus correligionarios, o que lo fueron, aman o amaron la Fiesta. Sin olvidar su colección erótica, atrevida y procaz. 

En las citadas películas, en blanco y negro y escaso metraje, se palpa un pintor feliz, divirtiéndose con sus “garabatos” sobre cristal u otros materiales. De trazo decidido, continuo, espontáneo. El resultado de los mismos es mágico, cautivador, envolvente. 

Mercantilista, mujeriego y vividor, abusaba de su condición de genio reconocido. Botón de muestra la anécdota que cito aquí una vez más –y que dedico a un buen amigo-, cuando se llevó a sus amigotes a comer sabiendo que no iba a pagar porque a los postres el tabernero le pediría un dibujo, cumpliendo con el trueque. “Don Pablo, don Pablo, que no me ha firmado el dibujo” le inquiría el mesonero.  “Te lo he hecho para agradecerte la invitación, pero si te lo firmo, me quedo con el restaurante”, contestaba el artista. 

En alguna ocasión me han invitado por hacer un dibujo, pero mi firma todavía no vale para quedarme con Casa Rafa si alguna vez lo firmo. Por ahora. Y es que, además, Casa Rafa vale mucho.