Andando sobre cristales rotos
Mucho de lo que pasa, Irene Montero a la cabeza, es la bisoñez de nuestra clase política, y más la de los socios de Sánchez.
Leo con retraso la entrevista de Luis Enríquez, consejero delegado de Vocento, a Gay Talese, junto al desaparecido Tom Wolfe, iconos totémicos del periodismo norteamericano y, pese a sus edades, vanguardia del mismo. O tal vez por ello. «El periodismo local es tan importante porque todo el periodismo es local». Se empapa uno de sensatez leyendo o escuchando a Talese –la entrevista también fue difundida por video-, y dice las cosas de mejor forma que incluso nosotros las pensamos. Amante precisamente de las formas y el buen gusto, se sacude, nos sacude, de las últimas tendencias de los que algunos piensan son dogmas y, finalmente, son puro postureo. Radicalismos trasnochados que han generado no pocas víctimas de la intolerancia. Estoy pensando en Woody Allen como diana biliar de ese odio impuesto por los que reivindican, precisamente, tolerancia. Vaya paradoja. Y recuerdo también a Catherine Deneuve enfrentándose al fenómeno histriónico del “Me Too” que, bajo premisas morales, incurrían en la amoralidad más intransigente: “Os vais a cargar el arte de la seducción”, se lamentaba la actriz francesa.
Recibo ahora las declaraciones de Joaquín Sabina «Ya no soy tan de izquierdas porque tengo ojos, oído y cabeza para ver lo que está pasando». Tal cual. O las del actor vasco Karra Elejalde: “Siempre creí que no hay mayor tonto que un obrero de derechas, pero entiendo que ahora voten a Vox”. Así podría citar a muchos, muchos intelectuales que desde su cómoda progresía, se revuelven ahora incómodos sobre su sillón contemplando lo que está ocurriendo.
Gaytalese
No es de extrañar que muchos barones socialistas ya no disimulen su disgusto frente a una patraña de locuras e incoherencias incompatibles, incluso, a mantener el poder. Maquiavelo no siempre funciona y, al final, el medio nunca puede justificar el fin.
Mucho de lo que pasa, Irene Montero a la cabeza, es la bisoñez de nuestra clase política, y más la de los socios de Sánchez. En una alocada carrera por destacar en lo que no hay que destacar, impudencia, improvisación, insensatez, se les hacen los dedos huéspedes de una fonda sin bebida ni comida. Falta experiencia, falta conocimiento, falta erudición, falta formación. Al final, son una panda de niñatos jugando a la política y, oiga, la política en teoría era el arte de lo imposible. La han convertido en un auténtico circo con consecuencias temibles.
Recuerdo a mi profesor de Historia cuando nos explicaba la “Noche de los cristales rotos”. Lo peor no fue que los rompieran, lo peor es que se divertían cuando andaban sobre ellos.