Ángel López (Almoguera): “La última voluntad de Justo Gallego fue que le dejase morir en su Catedral”

29/11/2021 - 18:26 PACO CAMPOS

El alcarreño, Ángel López, fue la última persona que vio fallecer a Justo, “estuve con él hasta el último momento”, asevera.

Ángel López, de 48 años de edad, nació en Almoguera, donde residió hasta los 17 años. Durante más de dos décadas y media ha estado ayudando a Justo Gallego, que falleció ayer a sus 96 años, a levantar la conocida como Catedral de la Fe, en Mejorada del Campo. Un edificio construido "con las manos de Dios", con una técnica insólita, basada en líneas curvas, en ocasiones irregulares y sin simetría, y siguiendo el instinto de su ideólogo, sin conocimientos de arquitecrtura y a base de materiales reciclables, ladrillo, cemento y forja. Justo recibió digna sepultura rodeado de cuantos le querían, que eran muchos, vecinos, amigos, extranjeros, expertos que, asombrados por la técnica intiutiva que utilizaba, acudían exclusivamente a ver su trabajo, así como autoridades, entre ellas representantes del Ayuntamiento de Mejorada.

 

Sus padres, Estela Sánchez y Ángel López, residen en el municipio alcarreño que le dio la vida. “Estoy muy feliz de haber servido durante 24 años a la causa de Justo, para mí es un honor y una satisfacción”, describe. Este almoguereño, cuya tarea de seguir la senda de su compañero y mentor con la finalización del templo, sigue en contacto con sus allegados y vecinos, ya que se suele pasar a menudo por Almoguera: “Cuando me ven me suelen decir que me han visto en la tele, pero yo a eso no le doy importancia.

            Curiosamente, su pareja, Inma Bel Alí, era musulmana, pero cuando le conoció y vio la proeza que Justo estaba realizado bajo la profesión de la fe cristiana, se unió al cristianismo: “Al fin y al cabo tenemos un mismo Dios”, confiesa. Inma recuerda que era a la única persona a la que dejaba Justo cambiarle los pañales en sus últimos meses de vida. “Nos conocimos en la Catedral, es una persona que desprendía  paz y amor por los cuatro costados”, le recuerda. “Era bondadoso, amable, lo suyo era de todos, se entregaba a los demás”, continúa, compartiendo sentimientos con su compañero sentimental.

            Ángel recuerda que cuando comentó a sus padres la ardua tarea que iba a emprender “ellos lo vieron muy bien”.

            Él no le da importancia a la labor que sigue y seguirá desempeñando en un edificio de carácter religioso que es mastodóntico: 4.700 metros cuadrados, 35 metros de altura, una planta central de 50 metros, una cripta subterránea, dos claustros, un baptisterio, 12 torreones de 60 metros, 28 cúpulas y más de 2.000 vidrieras, porque lo ve como una "bencición", como "una obligación moral que por destino se me ha concedido y que asumo muy gustosamente". 

            Recuerda que de pequeño era un trasto, “me dedicaba a hacer trastadas por el pueblo, como la mayoría de los jóvenes”. Sin embargo, ya tenía un profundo sentimiento religioso que agradece que sus padres, Estela y Ángel, se lo inculcaran desde bien niño.

            A sus 17 años se trasladó a vivir a Mejorada del Campo, donde, entre otros trabajos, desarrolló el de conductor de camión. “Vi la Catedral, me gustó y le pregunté a Justo si le podía ayudar; él recibió muy bien la petición, pero me dijo que no tenía dinero”, Sin embargo, gracias a las aportaciones de los visitantes, el esfuerzo de ambos y el montante que destinaba de sus distintos trabajos, la también conocida como Catedral de la Fe ha podido llegar hasta donde ha llegado.

            “Tengo todo en mi mente, por un don que me ha dado Dios, todas las estructuras de forma curvilínea, sin ninguna arista, que Justo me ha venido inculcando durante estos años de gozo que he estado con él, por lo que acabaré la obra tal y como quería él y Nuestro Señor desarrollando un arte propio, dedicado a Dios; siento como si tuviera el influjo de Él en mis manos”, asevera. Ángel ahora prosigue usando de forma maestra el hierro y el ladrillo para acabar la nave central, escalinata, baptisterio, las cúpulas, bóvedas, sacristía y claustro, ayudado por una serie de voluntarios.

            Ahora espera recibir el impulso definitivo del estudio arquitectónico que se encargará de obtener la licencia de obras para acabar la labor de Justo de una forma adecuada a la normativa. Todo gracias al apoyo de su tocayo, el padre Ángel, presidente de Mensajeros por la Paz. Justo podrá estar tranquilo. verá desde el cielo que el trabajo que venía desarrollando durante más de 60 años tendrá los frutos que esperaba. El almoguereño Ángel, como buen alcarreño, seguirá luchando contra viento y marea. No nos cabe duda de que acabará su ansiada obra.