Boris y Pedro
Legislar como recordar hechos pasados es tan absurdo como intentar pintar el aire o poner puertas al campo.
Leía hace días un interesante artículo de un buen analista político como es Luis Asúa. Venía a comparar las consecuencias de una gestión conflictiva de un primer ministro en el Reino Unido y en España. Mientras en la isla el propio partido es el que le obliga a dimitir, en la península, prietas las filas, nadie se atreve ni a elevar la voz salvo algunos valientes, pocos. Por mucho menos, los tories se han cargado a su jefe mientras aquí impera el silencio de los corderos.
Al margen de decisiones en los ámbitos judiciales, financieros o sociales muy discutibles, sin que las mismas consigan reacción alguna a una crisis que crece por días, con el consiguiente reflejo en las encuestas, Sánchez puso la guinda al negociar con Bildu una nueva Ley de Memoria Democrática coincidiendo con el vigésimo quinto aniversario del asesinato de Miguel Angel Blanco. El gesto es perverso en su esencia, no sólo es un error, es un oprobio innecesario a pesar de contentar a sus socios.
Por otra parte, legislar cómo recordar hechos ya pasados es tan absurdo como intentar pintar el aire o poner puertas al campo. El pasado es el que es y un buen historiador -como el recientemente fallecido García Cortázar- lo recoge para dejar constancia, muy recomendable para el futuro. Pero no lo manipula ni lo maquilla para seducir a unos en desprecio de otros. A Sánchez, cuando se ve en apuros, le gustan los brindis al sol, y tan pronto resucita a Franco, como intenta adoctrinar nuestra memoria. Formidable alevosía.
Por mucho menos, como comentaba antes, a Boris Johnson le han fulminado los suyos. Como anotaba el citado Luis Asúa, “La diferencia con España es notoria: allí las instituciones, en este caso el partido conservador, han reaccionado para acabar con el problema de una forma muy expeditiva. En nuestro caso el PSOE está aniquilado por el sanchismo. Una prueba evidente es la aberración que supone el reciente pacto con Bildu sobre ley de Memoria Democrática, que victimiza a los victimarios asesinos de ETA y que los socialistas han despachado con apenas algunas protestas de dirigentes históricos” y de los barones “valientes”, como García-Page o el aragonés Lambán, que no han dudado en ponerse enfrente.
En mi anterior artículo apelaba por un nuevo bipartidismo en el que PSOE y PP colaboraran más entre ellos en lugar de recurrir a los radicalismos extremos. En el reciente debate sobre el Estado de la Nación, el presidente Sánchez ha decidido echarse al monte a lomos de Incitato, anunciando medidas populistas para animar a los suyos y entregarse a la izquierda más centrifugada, por si por ahí puede recuperar algunos votos. Será flor de un día. Incitato era el caballo de Calígula. Ya puestos, por qué no nombrar cónsul a tu propio caballo. ¡A galopar, Pedro!