Cambio climapolítico

29/03/2019 - 11:27 Emilio Fernández Galiano

Le quitan una calle al almirante Cervera para dársela a un presunto actor que se caga en España. Eso no es reescribir, eso es emborronar el presente intentando hacerlo con el pasado.

Desde la ventana de mi estudio de cuando en cuando me pierdo en tonterías mirando a través del cristal sin ver nada. Y no es que no haya nada, es que miro sin ver, como el que oye sin escuchar. O como el que oye llover. Y hablando de lluvia,  sacudiéndome de mis tonterías, me doy cuenta de que el monte de enfrente está muy pardo para estas fechas, demasiado. Y eso que los terrenos destinados a la cebada brotan como si fueran remiendos de un verde vivo en medio de una pana color canelo.  En otras primaveras el mismo monte está más alegre, sus matorrales más frondosos y la tierra más granate. Digamos que es como si hubiéramos bajado el color de la tele.

Dicen que es el cambio climático. Los hay que siguen insistiendo que la alteración del clima es un invento de determinados grupos ecologistas, “lobbies”, les llaman. A mí me da que en el momento que se utiliza ese término anglosajón es que hay pasta detrás, mucha pasta. Otros dicen que son ciclos, que cada cinco o diez años hay un par de pertinaz sequía, ya lo sabía el mandamás gallego. Supongo que los populistas no exigirán derribar los pantanos, ellos que son tan ecologistas; ahora bien, hay que reescribir la Historia. Le quitan una calle al almirante Cervera, aguerrido marino en la defensa de Cuba, para dársela a un presunto actor que se caga en España. Eso no es reescribir, eso es emborronar el presente intentando hacerlo con el pasado. 

Hace un año nos salía el agua a borbotones, después de uno de los inviernos más nevados que se recuerdan. Casualmente no salió a la luz el informe de que el tamaño de Galicia agiganta la “semidesertización” de nuestra piel de toro como si fueran enormes piezas de puzle. Sin embargo, la media de agua caída en España a estas alturas es similar a la de los últimos diez años. Me llama la atención cómo y cuándo salta la alarma.  Será otro “lobby”, digo yo.

Que no puedo negar que hemos disfrutado de un suave invierno que, cómo negarlo, nos ha hecho más optimistas, que las terrazas apenas han cerrado y nos hemos visto acariciados por el deseado astro rey sin apenas interrupción. Que excepcionalmente las mínimas no lo han sido y las máximas han arañado records. Me refiero a las temperaturas. O a la estulticia de algunos de nuestros políticos (ya no se les llama padres de la patria porque da vergüenza la metáfora).

Se cumplieron 40 años de nuestra Constitución, la única que nos salvaguarda incluyendo su monarquía, y los jueces que la defienden –menos mal-. Pero su espíritu, el de la concordia, la conciliación y la tolerancia, parece que no empapó. Como el agua en esta tierra árida. Afortunadamente, unos cuantos políticos con sensibilidad han decidido homenajear a los protagonistas de esa época por su entrega y abnegación, la mejor de nuestra reciente historia. Otros, mucho menos tolerantes que sus antecesores, han racaneado su apoyo. No hay nada personal, ése es precisamente su problema, que lo convierten todo en un tema personal; ya saben, lo de los árboles y el bosque. Y en esa mirada triste a través de esa ventana, me doy cuenta de qué vale concentrarse en lo que se adivina tras ella.