Centro de gravedad permanente

12/08/2023 - 18:26 Emilio Fernández Galiano

Lo que sucede en España es justo lo contrario a las mejores referencias europeas. Tal vez el caso de España, hoy, sea el más grave de todos los Estados que conforman la Unión Europea.

Leo una interesante entrevista al presidente de Alemania en la que asevera con rotundidad: “La oposición política es una cosa, la hostilidad a la Constitución otra muy distinta”. Frank Walter Steinmeier concluye que “La Constitución no puede ponerse al lado de sus enemigos”.

Alemania es un pueblo que por dos veces hubo de humillar su perdón y, tras la Segunda Guerra Mundial, se propuso que como Estado, como Nación y como pueblo nunca más tuviera que avergonzarse de las atrocidades de su propio pasado. De ahí que su Carta Magna prohíba partidos políticos que conculquen los principios constitucionales, declarando ilegal toda asociación que vaya en contra de sus principios. Es un digno ejemplo de una sociedad democrática, forjada a través de sus propias heridas que en ningún momento ni ocultó ni disimuló. No es casual que hoy compartan gobierno los dos grandes partidos estatales pues les une antes el interés común que el particular. 

Lo que sucede en España es justo lo contrario a las mejores referencias europeas. Tal vez el caso de España, hoy, sea el más grave de todos los Estados que conforman la Unión Euopea.

Por la misma generosidad de un pasado paralelo convulso, mientras los alemanes decidieron consolidar un Estado de Derecho férreo, en España se optó por un marco legal permisivo y excesivamente ambiguo. Con todo, nuestra Constitución representa las mejores ambiciones de tolerancia nunca conocidas en nuestro país pero, ¡ay!, con una intención tan buena, tan buena, que terminó siendo ingenua. 

El caprichoso resultado de las últimas elecciones proyectan, un panorama seriamente preocupante porque, al contrario que nuestros colegas germanos, nuestra legislación permite piruetas inconcebibles que atentan contra la solidez de nuestro régimen democrático. Y, en principio, gracias a la Constitución, pueden gobernarnos quienes pretenden aniquilarla. Es un contrasentido, un disparate, una alocada carrera hacia nuestra permanencia. 

Que no olviden que fue Alemania quien más hizo por nuestra Nación tras nuestra incorporación a la UE. Algo deberíamos aprender de su presente y de su reparado y doloroso pasado. Pero mientras ellos dan claro ejemplo de su aprendizaje y desarrollo, nosotros nos enconamos en radicalismos paradójicos. Como el que termine gobernándonos un prófugo de la justicia que quiere romper España. No encontraría ningún filósofo, ensayista o estadista que me lo pudiera explicar. 

Y, entonces, me acuerdo de Franco Batiatto: “Estoy buscando un centro de gravedad permanente, que no me deje cambiar de opinión sobre las cosas, sobre la gente”. Sobre España.