De Shakira, del amor y del desamor
Vivir del fracaso sentimental de otros te permite observar el amor desde otra perspectiva: no hay amor que mil años dure, dicho sea, en estrictos términos de pensión compensatoria. Todo tiene fecha de caducidad y el amor no se libra.
Hace unas semanas el mundo quedaba atónito escuchando cómo la cantante Shakira zasqueaba sin piedad a su exmarido Piqué, a su nueva pareja e incluso a su suegra en la última de sus canciones, suscitando una enorme polémica a favor y en contra de la cantante.
Aprovechando el revuelo y estando como estamos en el mes de San Valentín (patrón de los abogados matrimonialistas), permítanme que divague sobre el amor y sobre el desamor.
En una ocasión alguien me dijo: “del amor no se come”. Y es cierto, salvo que trabajes en “Meetic”, agencia matrimonial, wedding planner o similar. No puedo decir lo mismo del desamor, porque gracias al desamor (entre otras eventualidades) cobro honorarios.
Y es que vivir del fracaso sentimental de otros te permite observar el amor desde otra perspectiva: no hay amor que mil años dure, dicho sea, en estrictos términos de pensión compensatoria. Todo tiene fecha de caducidad, y el amor no se libra.
Los abogados matrimonialistas vemos a diario verdaderos desastres provocados por quienes durante un tiempo se amaron y hoy se odian y se tiran los trastos (o las canciones) a la cabeza. A menudo vemos mucho juego sucio, incluso cómo utilizan a los hijos como arma arrojadiza, o cómo se mercadea con ellos. Y el que lo observa habitualmente acaba dudando del amor mismo. Sé que hay quienes lo defienden, otros prefieren tener a su lado el amor de un gatito o un perrito.
El problema es llamar amor al enamoramiento. El amor pasional, el carnal, nace, se vive y muere. Nadie nos cuenta que el otro amor, el de verdad, no es, sino que se construye cada día, necesita renovación constante, trabajo y esfuerzo diario. Y por eso hay quienes no lo buscan, porque no pueden asumir tanto trabajo y esfuerzo en esta época individualista y superficial, en esta sociedad que ofrece “fast yoga” para liberarse de la ansiedad, o que vende la fruta ya cortada y los huevos fritos envasados.
Pero no me voy a quejar, porque como he expuesto al principio, los abogados matrimonialistas, como yo, vivimos de esto: bregando continuamente con miserias ajenas. Y eso por un lado nos afecta a la hora de confiar en el amor, pero por otro nos ayuda a apreciar lo bueno de la vida, las parejas sólidas y felices que existen.
Porque encontrar el amor “carnal” no tiene mérito. Lo importante es encontrar tu churrasco y amarlo y que te ame eternamente. Porque hay amores eternos, complicado encontrarlos, pero haberlos, haylos. Se basan en el respeto mutuo, el cariño y la complicidad. Eso no quiere decir que existan momentos difíciles, pero hay que saber superarlos. Hay quienes décadas después de estar con su pareja siguen sintiendo mariposas en el estómago. Hay quienes son felices con su “máquina de regañar” y no quieren cambiarla por otra. Hay quienes logran estar juntos toda la vida e incluso con amor. Yo personalmente, tengo la inmensa suerte de tener a mi contraria, Cristina, que conmigo se tiene ganado un unifamiliar con piscina en el cielo.
Así que no caigamos en el desánimo: también para el que trabaja en una planta de gestión de residuos la vida es una basura, y para el sepulturero, un funeral. Yo prefiero pensar que la vida es aquello que pasa fuera de un despacho de abogados.
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