Decencia por favor

02/10/2021 - 14:18 Emilio Fernández Galiano

Pensando en la colaboración que ahora mismo usted está leyendo me sumergí  en lo que durante un tiempo se llamó ‘telebasura’ para argumentar con fundamento.

Dicen los diccionarios que decente es un ser honrado y recto y no comete acciones ilícitas, delictivas o moralmente reprobables, “era pobre, pero decente”. O, en su segunda acepción, Que implica o denota honradez y rectitud.

Me quedo con lo “moralmente reprobables”, porque el resto podría coincidir o compartir en buena parte el concepto de honradez. Lo digo porque el que suscribe poco o nada ve programas de televisión que, al parecer, revientan niveles de audiencia basando su éxito en escenografías de dudoso gusto. Y pensando en la colaboración que ahora mismo usted está leyendo, lo que le agradezco, me sumergí en lo que durante un tiempo se llamó “telebasura” para poder argumentar con cierto fundamento lo que ya me temía. El resultado no pudo ser más decepcionante. Me explicaré. 

Las dos grandes plataformas privadas que controlan la audiencia televisiva, compiten en sus canales con programas que bajo la ingenua denominación “de entretenimiento”, ofrecen un generoso muestrario de amoralidad. En el compromiso de poder opinar con el rigor que me exige mi conciencia, me sumergí en algunos programas de las plataformas aludidas. Fue como adentrarme en la selva de lo impúdico, lo ordinario, lo soez, lo frívolo, lo gañán, lo moralmente execrable, un remolque de bilis y excrementos que ni para abono. Familiares comprados para despellejar a los suyos, juicios paralelos sin rubor, condenas de personajillos que se consideran algo, Y todo ello por los niveles de audiencia. No importa el medio sino el fin, en la más perversa interpretación maquiavélica. Para mi inocente capacidad de crítica, violaciones a una moral, la que me inculcaron mis padres y he trasladado a mis hijos. 

En mi tarea de investigación, me encontré realmente incómodo al contemplar a ciertos concursantes, modelos, pretendidos iconos de no sé qué secta, presuntos periodistas que no pasarían de un vendedor de feria, con mi respeto a los que se ganan la vida así. Si esa patulea de figurantes, son reflejo de nuestra sociedad, aquélla que nuestros padres recuperaron tras la guerra civil, trabajando con honradez y consagrando una gran clase media, si esa caterva de manipuladores, insisto, aspiran a representarnos, yo me quedo al margen. 

A mi generación se nos ha pedido, se nos ha exigido, adaptarnos a nuevas pautas sociales, sin duda muchas de ellas loables, al margen de otras exageradas. Películas, libros  o canciones que en nuestro tiempo de juventud fueron parte de nuestras referencias, hoy pretenden adulterarlas por considerar que sus guiones son desfasados. Porqué tengo que aceptar ese nuevo despotismo social y aguantar en silencio la provocación que personalmente me supone la aparición de un tío en tanga adulando su paquete para regocijo de una clá teledirigida. 

Lamentablemente, lo transgresor se ha subido al carro de la codicia oportunista. No sólo en la televisión sino en otras muchas vertientes del Arte. Desde luego, que no cuenten conmigo.  Algo así dice Fito en una de sus últimas canciones, como halcón viejo que soy, no me pongan la caperuza, prefiero ponérmela yo solito.