Diplomacia Real

11/06/2021 - 16:53 Emilio Fernández Galiano

Hay que tener mucho tacto para que la tensión no termine de romper el hilo que nos une. En el prolongado reinado de don Juan Carlos así se hizo.

Don Juan Carlos ya advirtió, incluso siendo Príncipe, la especial relación entre España y Marruecos. De hecho, instauró como “clásico” que el primer viaje oficial de nuestros presidentes de turno fuese a Rabat. En definición “graciana” (de Baltasar Gracián) la diplomacia consiste en mantener el equilibrio entre dos pesas enfrentadas pues, en definitiva, ese equilibrio es el estado ideal entre Naciones. 

Por un lado, Marruecos es un aliado estratégico vital para los Estados Unidos, principalmente por ser barrera política frente al islamismo integrista. Por otro, y respecto a España, por controlar dos frentes especialmente conflictivos como son el Sáhara y la reivindicación de la soberanía sobre Ceuta y Melilla.

Hay que tener mucho tacto para que la tensión no termine por romper el hilo que nos une. En el prolongado reinado de don Juan Carlos así se hizo y, salvo puntuales incidentes, como el de la isla de Perejil, todo marchó con relativa o, mejor dicho, tensa calma.

Los dos últimos presidentes socialistas del gobierno español, casi clónicos, han demostrado su falta de habilidad diplomática en un exceso de soberbia y un efecto de sus miopías; no siempre un rebote en forma de gesto es la mejor medida. Zapatero la lio parda no levantándose al paso de la bandera norteamericana en el desfile de la Fiesta Nacional. Sí, muy chulo de cara a la galería, pero la chiquillada nos costó serios problemas en las relaciones políticas y económicas con la potencia norteamericana que, finalmente, pagaron nuestras empresas y sus trabajadores. Sánchez -víctima de ese desplante al no haber recibido todavía la llamada de Biden-, en ese dandismo obsesivo que hasta le hace cometer graves errores de protocolo, no quiso que su primer viaje al extranjero fuera a Marruecos, rompiendo una larga tradición. Además de enfurecer al dragón, terminó desesperándole cuando acogimos en suelo español a su mayor enemigo. De esos barros vienen estos lodos. Además de mostrar músculo fronterizo, Mohamed VI suprime la ruta del “Paso del Estrecho” generando miles de millones de pérdidas para el mediano y pequeño comercio andaluz. 

 

La solución ante tanto despropósito diplomático la tenemos en casa, y gratis. Felipe VI ha heredado la diplomacia natural de los borbones, actualmente afinada a los tiempos. Su influencia en el monarca marroquí es ascendente y a buen seguro cualquier gestión indicada por el gobierno español la ejecutaría magistralmente y sus efectos serían inmediatos. No es la primera vez. Pero Sánchez, como la madrastra de Blancanieves, ve en nuestro Rey un competidor inexplicable, pues nunca pueden ser competencia. Una vanidad mal entendida o, lo que es peor, una solución que perjudicaría la estrategia de ningunear nuestra Institución más valorada y eje, hoy por hoy, irrompible frente a tentaciones imposibles. 

Ante tal cúmulo de obstáculos y problemas irresolubles (crisis económica, indultos, paro, convivencia y connivencia con filoetarras e independistas), Sánchez sabe que, como Zapatero, tendrá que hincar la cerviz en las arenas, porque si no terminarán viniendo los hombres de negro desde Bruselas. ¡Tira del Rey, cegatón!

OTROSÍ: El Gobierno ha borrado la memoria de Ramón y Cajal, Gregorio Marañón y Menéndez Pidal de los Premios Nacionales de Investigación por ser un frontispicio machista. ¡Muera la inteligencia!