Ecolojetas

06/11/2022 - 11:08 Emilio Fernández Galiano

Usar la violencia contra la mayor expresión universal que supone el Arte es aberrante, un despropósito, un atentado al buen gusto y a la excelencia.

Que el mundo del Arte está nutrido de innumerables ejemplos de jetas ejercientes, incluyendo pintores consagrados, es algo que sólo los ingenuos desconocen. Falsificadores, prolíficos “obreros” abusadores de su reconocida firma, intrusos, “negros”, mercenarios o estafadores pueblan un mundo habitualmente maltratado y en el que,  por necesidad,  nacen por esporas pillos y maleantes. Pero la mayoría en pos de la creatividad, sea auténtica o sucedánea. 

El pasado fin de semana tuve el honor de ejercer de portavoz del jurado del XX Premio de Pintura Rápida, que las últimas corporaciones del Ayuntamiento de Sigüenza han conseguido alzarlo a uno de los más prestigiosos certámenes de este tipo de concursos que se celebran  en España. Aproveché la oportunidad para, en mi intervención,  denunciar públicamente los ataques que grandes obras de arte están padeciendo por parte de despreciables manifestantes. No seré yo quien censure este tipo de manifestaciones si las mismas son civilizadas, pero usar la violencia contra la mayor expresión universal que supone el Arte es aberrante, un despropósito, un atentado al buen gusto y a la excelencia. El propio Arte, en la mayoría de sus vertientes,  no necesita idiomas y existe para ser admirado por todos, nunca maltratado.

Estos personajillos, que sólo buscan una publicidad gratuita, aprovechan sus profanaciones para reivindicar no sé qué motivos para alertarnos del cambio climático, como si no existieran otras formas. Curiosamente, en la mayoría de los casos, son imberbes de familias acomodadas, y pretenden alojarse en modas con las que algunos, literalmente, se han forrado. Estoy pensando, por ejemplo, en el que fue vicepresidente de los Estados Unidos, Walter Mondale, y que, ante su fracaso de salir elegido primer mandatario de la primera potencia, se dedicó a escribir sobre el cambio climático. El zorro no llegó a entrar en el gallinero pero obtuvo pingües beneficios gracias a sus alertas catastróficas. O esa niña sueca que su sólo por su apariencia da más miedo que las propias consecuencias del deshielo de los Polos, la tal Jeta Thungher,  perdón, Greta, que en lugar de estar en el cole se está haciéndose inmensamente rica de forma tan absurda como facilona. 

No sólo el cambio climático, el odio en enfrentamientos bélicos, también se ceba en joyas de arte. El Instituto de Arqueología Digital de Oxford está reproduciendo milimétricamente y con el mismo mármol una réplica exacta de la cabeza del Caballo mitológico de Selene, pudiéndose cerrar una herida abierta entre Atenas y Londres por la ubicación de tamaña obra de arte. Mientras unos se forran agrediéndolas, otros las recomponen, como la nariz de nuestro Doncel.