El 23 F y la distorsión histórica

27/02/2021 - 10:00 Emilio Fernández Galiano

El intento de golpe de Estado protagonizado por Tejero, poco a poco se va sumando a los hitos de nuestra Historia y como tal, empieza  a ser distorsionado según conveniencia de cada uno”.

En teoría, cuanta más perspectiva hay en el tiempo, más fácil es valorar los hechos acaecidos en el pasado. Sólo en teoría, porque uno de los mayores defectos de muchos de los historiadores que se vanaglorian de su erudición con el único objetivo de vender más libros, padecen del síndrome periodístico de la opinión frente a quien ejerce la crónica, que se limita a narrar sacudido de tendencias ideológicas, mientras que aquél relata de forma tendenciosa lo que “pasó” como a él le hubiera gustado “cómo y porqué pasó”. 

En la guerra civil encontramos el cuadrilátero perfecto en el que se atizan los distintos historiadores con una carga política que, al final, lo sucedido, no tiene nada que ver entre unos y otros en función de su inclinación ideológica. El intento de golpe de Estado protagonizado por Tejero, poco a poco se va sumando a los hitos de nuestra Historia y como tal, empieza a ser distorsionado según conveniencia de cada uno. Tal es el colmo de esa manipulación de la historia que hasta la aparición del “neocomunismo” populista ha pretendido convertir nuestra aventura colonial americana en una especie de orgía imperialista –ésa fue la del norte, donde franceses, ingleses y holandeses no dejaron un indio vivo salvo los de las contadas reservas conservadas como vestigio turístico-. Colón y resto de conquistadores españoles aportaron cultura y formación mediante la religión, así como respetaron  a la población –salvo con los inevitables abusos- mediante el mestizaje. Pues bien, ahora los monumentos a Colón son destrozados ultrajando su memoria y la nuestra. 

Numerosos han sido los trabajos publicados en prensa y en otros medios de comunicación sobre el 40º aniversario del “Tejerazo”. Los de siempre han vuelto a intentar cambiar el pasado por “su pasado”. Resulta que si ha habido un reconocimiento  de la Corona fue el de la gestión de Juan Carlos I aquel febrero del 81. Resulta que el que esto escribe recuerda perfectamente lo sucedido porque uno, hoy, ya peina canas, y a diferencia de los muchos “yogurines” actuales, que juegan a hacer política y por entonces no habían nacido, conserva intacto el recuerdo de los sucedido. El apoyo social a la Constitución y a la monarquía parlamentaria era abrumador, por mucho que les joda ahora a tantos advenedizos. 

Son los mismos que reabrieron la memoria histórica sin necesidad alguna, los mismos que cuestionan, no ya la Constitución y su forma de Estado, sino la propia democracia, son los socios incondicionales de los que quieren romper España para convertirla en un conjunto de “republiquillas” inconsistentes e inviables en la Unión Europea, los mismos, en fin, que quieren romper el tablero que todos nos regalamos en 1978 y nos permitió el mejor y mayor periodo de progreso y libertad. 

En el fondo, son igual de golpistas con moño en lugar de tricornio. Como aquéllos, quieren desprestigiar la Corona porque es el último bastión, “símbolo de la unidad y permanencia” de la Nación española. Y lo saben. Todo el mundo lo sabe. Pero no por ello debemos callarnos. Como decía Orwell, “a veces es necesario defender lo obvio”.