El becerro de oro

06/02/2021 - 12:27 Por Emilio Fernández Galiano

Pretendieron convertir al pequeñín en un divino icono catalán, en una venganza vital de su eterna competencia, en un imposible consuelo de su máxima impotencia.

Por Emilio Fernández Galiano

En qué se ha convertido esta sociedad. La exclusiva de la pasada semana del diario El Mundo desvelando las verdades del contrato del ciudadano Lionel Messi es una sacudida sísmica a la conciencia social. En términos comparativos sus cifras suponen, por ejemplo, más de los que Iberia pagó a Air Europa, o un tercio de las ayudas que España recibirá de la Unión Europea para combatir la pandemia, y que Pedro Sánchez administrará a su antojo y confidencialmente gracias a la generosidad de VOX. 

Dicen que genera más de lo que cobra. Como si el club, los estadios, los socios, los medios, la televisión, sus compañeros no existieran. Cuántos “messis” habrá por ahí en el misterio del olvido. A todas luces el contrato, en lo económico, es una afrenta a la moral y en lo deportivo, una consecuencia de la frustación de una región que no asume  la quimera de un “procés”. 

Pretendieron convertir al pequeñín en un divino icono catalán –que, por cierto, nunca ha conseguido hablar-, en una venganza vital de su eterna competencia, en un imposible consuelo de su máxima impotencia. 

“El pueblo se cansó  de esperar. Hablaron con Aarón (Bertomeu) y acordaron hacerse un dios, como hacían otros pueblos”. La leyenda que acompaña al nombre de la entidad, “Més que un club”, refleja esa megalomanía nacionalista que no ha hecho más que empobrecer el gran espíritu catalán basado en el “seny”, sentido común.  Leo que miles de empresas catalanas se han traslado a Madrid desde que empezó esta diáspora del “procés”. La pandemia no ha hecho más que agravar una tendencia suicida y, lo que es peor, el aval de una buena parte de su clase política deslumbrados por la luz del dorado metal. 

El despilfarro de los “héroes de la patria” en chiringuitos que no benefician a la sociedad sino a unos cuantos privilegiados o unas caprichosas causas, no es sólo un gran pecado de deslealtad en la administración de los recursos de todos, probablemente imputable de oficio y condenable, es el reflejo de esa obstinada construcción de un inmenso balneario romano donde Calígula pueda lavar a su caballo. Efectivamente, una locura. 

Como el contrato de Messi, como el desvarío individualista respecto a una Europa común, como el delirio de unos cuantos por una tierra pretendidamente prometida, el valle verde ansiado en el desierto de la sinrazón. Y allí, el becerro de oro en forma de jugador de fútbol venerado por todos en una orgía perdida, en una bacanal nacionalista donde todo, todo, es falso. Hasta lo que buscan. Hasta que Moisés bajó, encolerizó,  e hizo añicos las dos tablas de piedra. Ya difícilmente reconstruibles. 

Fotografía: Ilustración humorística de Ricardo. Diario El Mundo