El regreso
El vértigo que genera el brutal regreso a la ‘normalidad’ nos obliga a recapacitar sobre si hemos aprovechado el descanso veraniego tal y como lo habíamos previsto.
Los días pasan a toda velocidad ahora que se acaban las vacaciones (para muchos). Siempre en estas fechas recuerdo un chiste de Quino, el dibujante y humorista creador de Mafalda, en el que uno de sus personajes, Felipe, un romántico trasnochado, reflexiona ante el inminente regreso al colegio: “Siento lo mismo que un paracaidista cuando le quedan pocos metros para llegar al suelo y no se ha abierto el paracaídas”.
El vértigo que genera el brutal regreso a la “normalidad” nos obliga a recapacitar sobre si hemos aprovechado el descanso veraniego tal y como lo habíamos previsto. Al menos a mi, se me quedan muchos deseos en el tintero, en ese camino que hay entre los buenos propósitos y el dejarnos llevar por los acontecimientos, en una actitud acomodaticia dejándome llevar.
El personal quería fiesta, por un lado, y miraba de reojo el temido regreso. Ignoro si está pretendidamente calculado, pero el escenario casi apocalíptico preparado por el gobierno de lo que nos viene encima este otoño, condiciona un futuro inquietante. Como algunos médicos, que le pintan al enfermo un cuadro peor que el real para, así, hacerle más fácil su recuperación y de paso anotarse un tanto, que no digo yo que sea mala estrategia, parece que nos están preparando para pasarlas putas. Si luego no es para tanto se colgarán una medallita. Y de paso, le dejan sin guión a la oposición pues, por un lado, o radicalizan su mensaje o, por otro, le destinan a su perenne pesimismo.
Hay que reconocer que , como es habitual, la propaganda la está ganando, una vez más, la izquierda fabulada. Si, por otra parte, se cumplen los pronósticos para las próximas elecciones generales, la derecha tendrá que enmendar, otra vez, la plana. Es un clásico que se cumple con el rigor del ciclo de la vida. La izquierda luce, la derecha recompone.
El problema es que la avería de “frankenstein” puede ser mayor de lo imaginable, perjudicando incluso a la izquierda más moderada, esa que reconoce en privado que el montaraz Sánchez les va a hacer perder sus feudos a pesar de que los hayan gestionado bien. Son muchas las voces. Casi tantas como los silencios.