El vil metal

07/09/2019 - 13:33 Emilio Fernández Galiano

Los “acumuladores”, curiosamente, suelen ser gente bastante miserable para con los demás y generosos sólo con ellos mismos. 

Recuerdo de vez en cuando los versos de Machado describiendo oníricamente su muerte: “me encontraréis a bordo ligero de equipaje,/ casi desnudo, como los hijos de la mar”. Y los asocio indefectiblemente con lo que me comentaba, con mucho menos poesía,  un popular operario del cementerio de Sigüenza, ya fallecido, Pepe “El Selas”: “mira, chaval, allá arriba, en el camposanto, todos somos iguales; en pelota vinimos y en pelota nos vamos”.

De ahí que confirme con insistencia mi propia máxima de que “el dinero es un medio, no un fin”. Qué finalidad tendrá cuando ya no lo necesitemos. Lo de crear un patrimonio para dejárselo a nuestros herederos implica una buena intención pero anulamos a las generaciones venideras la necesidad de crear y crecer, desarraigándolos de cualquier estímulo para su propia realización. Bien que pueda servir de ayuda, bienvenida, pero como un “medio” más para su futuro. 

Esa obsesión de algunos por “acumular” riqueza me llama poderosamente la atención. Si me gusta el dinero, personalmente, es para gastarlo, y a poder ser compartirlo con los seres queridos, pero gastándolo. No conozco a ningún rico en un cementerio y la vida, junto a otros placeres, nos permite ese “medio” para disfrutar de ella. 

Los “acumuladores”, curiosamente, suelen ser gente bastante miserable para con los demás y generosos sólo con ellos mismos. El “acumulador cum laude” es incluso miserable consigo mismo. Supongo que tendrá alguna tara intelectual por la que piense que puede haber transferencias celestiales, o al mismo averno, destino más previsible en estos casos. 

Hay una mutación habitual entre el dinero y el poder, aunque se puede tener el segundo sin el primero, y en este caso no hay reciprocidad; el que tiene pasta suele tener poder, aunque sea para que en los buenos restaurantes o tiendas de moda le hagan la pelota. Reconozco que ese “medio”, bien nutrido, es placentero. 

De la misma forma, un “medio” desnutrido genera serias inquietudes y limitaciones que en un Estado de bienestar socialmente deberíamos evitar. Para ello, soy partidario de una lógica progresividad impositiva, cómo no, para ayudar a los más necesitados porque no encuentran trabajo o porque no han tenido suerte o porque padecen otro tipo de limitaciones, precisamente por carecer de los medios necesarios, pero no para ayudar al que se queda en su casa pensando en San Cojoncio, como diría Cela. 

Del “poderoso caballero” al “vil metal” hay una línea bien estrecha y, desgraciadamente, he conocido a algunas personas que han cambiado por “acumular” pasta gansa y transformarse en el personaje que Disney hizo popular con el miserable Mr. Scrunch, basado en la novela de Dikens.

La codicia ha sido el principal pecado de la actual clase política, y unos pocos, demasiados, han marcado a fuego a toda una generación. Los salarios actuales de los políticos son bastante más generosos que los del pasado y suponen un “medio” más que suficiente porque, además, le acompaña el poder. De necios es meter la mano, además de inmoral y delictivo. Bien podrían recordar los versos de Machado o la elocuencia de “El Selas” y acabar de una vez con lo que nos avergüenza a todos.