En busca del bipartidismo perdido

25/06/2022 - 19:10 Emilio Fernández Galiano

 La alternancia entre los dos grandes partidos estatales (luego, PP y PSOE), es lo que más ha hecho progresar a Españ. Sin embargo, nuestros constituyentes no fueron perfectos...

Si por algo triunfó la Transición -recuérdese que la Constitución resultante se la denominó la de la “concordia”-, fue por el sentido de responsabilidad de aquella clase política y la moderación, que como bien dice Feijóo no quiere decir “equidistancia”, de los dos grandes partidos políticos que la protagonizaron, UCD y PSOE. La alternancia entre los dos grandes partidos estatales (luego, PP y PSOE), es lo que más ha hecho progresar a España bajo el reinado de Juan Carlos I. Sin embargo, nuestros constituyentes no fueron perfectos, instaurando una ley electoral a todas luces desproporcional en función de un reparto desigual por Comunidades Autónomas. No parece lógico que si el Congreso de los Diputados representa la totalidad del Estado español, un diputado por La Rioja valga electoralmente más del doble que uno de Madrid, esto es, que el acta del primero requiera un menos de la mitad de votos que los del segundo.

Esta anomalía proporcional se hace más patente cuando la extrapolamos al ámbito nacional. Por ejemplo, un diputado del PNV “cuesta” 63.000 votos (aproximadamente), mientras que uno de Más País, 186.000 votos, es decir, tres veces más. Este privilegio de los partidos que no tienen representación nacional desvirtúan el peso democrático de las formaciones que sí la tienen. De tal forma, la influencia en el Congreso de los primeros es mucho mayor con menos de la mitad de respaldo popular. Se me antoja que la solución sería una reforma electoral en la que hubiera una jurisdicción única, la del Estado, incluso aplicándose la ley D’hondt para que los restos entre escalas favorecieran las mayorías. Para la representación territorial, ya está el Senado.

Hasta hace tres legislaturas, bastaba un pacto entre el partido estatal más votado (PP o PSOE) con alguna formación regional para poder formar gobierno y conseguir cierta estabilidad, aún soportando las prebendas por las que había que ceder con el partido del que se recibía el apoyo correspondiente. La radicalización del voto y la aparición de partidos extremos no han hecho más que dificultar la gobernabilidad de un parlamento de por sí anómalo en cuanto a representatividad electoral. No tengo la menor duda que PP y PSOE volverán a sus cifras de antes y retornará un bipartidismo deseable y que tiene en la mano aplicar la reforma electoral comentada.

Sánchez optó por un gobierno “frankenstein” hipotecado. También hipotecaba a su partido y se entronó en un “papado” cuya tiranía pasaba por la prohibición de toda crítica de cualquiera de sus barones. García-Page no dudó en describir la situación aceptando su condición, como la del resto, de monaguillo. Al menos tuvo el valor de denunciarlo porque no ignoraba que lo ocurrido en Andalucía era una canonjía por la que había que pagar. La mayoría de españoles no entienden que se ceda al chantaje de separatistas y filoetarras.

Feijóo ha visto de lejos la situación y basa su estrategia en la moderación viendo que su principal contrincante enloquece en un radicalismo extremo. No tiene más que sentarse para ver pasar el cadaver de su enemigo.dicalismo extremo.

El PSOE, mejor dicho, el sanchismo, ha roto las reglas del juego. Y en términos de ajedrez, ha tirado el rey perdiendo así la partida y regalándole la victoria a su opositor. Mientras que el PSOE no recupere la moderación de González, mientras que no luche por el retorno de un bipartidismo, el PP se beneficiará de haberlo encontrado.