El agua del Ducado, en tromba a La Loma: “En los pueblos la especie en extinción es la humana”
La Loma está al fondo de un valle, el de los Milagros, muy conocido desgraciadamente ya que desde allí se inició el incendio que asoló en julio de 2005 13.000 hectáreas, desde el que se precipitó el pasadó 30 de octubre una brutal cantidad de agua procedente de los pinares del Ducado. “Yo tengo 66 años y nunca he visto ninguna avenida parecida”, asegura Severino Sotoca, alcalde en funciones. Sucede tras otras dos que tuvieron lugar en septiembre. “El río –conocido como barranco de Las Piedras- no lleva ningún mantenimiento, la CHT no hace nada más que multarte si puede y recaudar dinero”, critica.
El agua bajó con tal fuerza que saltó por encima de un tubo de un metro de diámetro, arrancó sabinas y piedras de 500 kg. Las uñas que se enganchan en el tractor de Severino las arrastró. Bajó agua, zahorra, piedras, y de milagro no se hundió su nave. “Me hubiera envuelto en la miseria, hablando mal y pronto”, dice.
“Aquí si no protegemos a las pocas personas que quedan, estará muy bonito el campo lleno de todo; aquí la especie que está en peligro de extinción es la especie humana, porque somos en cada pueblo tres, luego dicen que se quiere mantener los pueblos”, lamenta el Severino.
Y, en clara referencia a la falta de limpieza de los cauces, responsabilidad de la Confederación Hidrográfica del Tajo (CHT), asegura: “El río Linares, que es el que baja desde Santa María hasta que se junta con el Ablanque, igual no lo han tocado nunca”. Hace 25 años que pidió permiso a la Confederación para que para “poder limpiar un trozo”. Después de siete años –reconoce- le concedieron el permiso, “tras escribir más cartas que con la novia cuando la tenía”.
Sin embargo, “con todas estas avenidas que han bajado, se ha vuelto a perder, porque está todo lleno de guijarros”. Lo que pide a la CHT es muy claro: “No les solicito que limpien directamente, pero que me dejen hacerlo a mí, que mi dinero me cuesta, pero que me dejen hacerlo a mí como ellos digan, que venga el vigilante del río y que me diga qué es lo que puedo hacer aquí y lo hacemos”.
Él recuerda la antigua usanza: “Lo hacíamos, cuando se podía, pala en mano y teníamos los ríos limpios; ahora que me diga un señor que es malo limpiar los ríos…”.