Enredos sociales

07/05/2023 - 12:04 Emilio Fernández Galiano

Con todo, parece que es una noticia falsa, lo de la presunta hija de don Juan Carlos, me refiero, una ‘fake’, como dicen ahora.

Ahora van, y le sacan una nueva descendiente al Emérito. Los ilegítimos, antes bastardos, pueblan ya no sólo nuestra monarquía, también las familias bien de la nobleza. Afortunadamente, algunos deslices fueron bien propicios, como el del artillero Puigmoltó, pues nadie daba un duro de plata por el amanerado Francisco de Asís ante una apasionada Isabel. Los nacidos fuera del matrimonio es asunto tan viejo como el oficio más antiguo, la carne es débil, lo que ocurre es que cuando afecta a ilustres el morbo se precipita. Es más, lo elegante, antes, era tener amante con el que anudar el casamiento, “no hay matrimonio que dure sin amante que lo anude”. Cuando las opciones no eran tan variadas como las de ahora (él, ella, el que antes era él, el que ahora es ella y las múltiples opciones que los modernos instauran), lo normal es que los amantes fueran él y ella con sus otras dos opciones, ya me entienden. Y dicen los clásicos que las señoras, a principios del siglo   pasado, no iban a los toros -ahora que empieza San Isidro-, que las que iban eran las amantes del señorito de turno que paseaba su conquista como buen pavo luciendo su florido plumaje. 

Con todo, parece que es una noticia falsa, lo de la presunta hija de don Juan Carlos, me refiero, una “fake”, como dicen ahora. Nos hemos propuesto acabar con el adulterio como con las meretrices, a pesar de que sus señorías, algunos, se lo pasan de lo lindo. Ahora, también nos hemos propuesto acabar con nuestro legado histórico y el idioma de Cervantes dando pasos agigantados, como sus molinos. Entre independentistas y amantes del anglosajón para denominar cualquier evento social o profesional, el español parece apolillado. El hablado. El escrito es maltratado por atajos incalificables y espoleado en su peor versión por las redes sociales. 

Perdón por el juego de palabras, pero las redes sociales se han convertido en una perversa copia de los míticos enredos sociales que nutrieron y enriquecieron a la literatura española. Cuando se escribía y se leía bien.  A veces caigo en la tentación de entretenerme con los comentarios de los lectores a la noticia de turno, en muchos casos muy mal redactada. Además de la retahíla de improperios y faltas gramaticales, el personal campa sin cortarse un pelo, sin respeto alguno y arrojando a la polémica auténtica basura. Si nuestros clásicos levantaran la cabeza pensarían que ésta no es nuestra España ni es nuestra cultura. 

Como buen ejemplo dos perlas que ni las de akoya. La primera: el presidente de Colombia,  Petro, además de inventarse una versión grotesca sobre nuestro colonialismo en América, “el yugo español” -qué original-, no se pone el frac como invitado estelar a la cena de gala ofrecida por Felipe VI. Este señor, además de un demagogo desbocado, es un perfecto maleducado y está muy mal educado, además de un pésimo ejemplo de lo que hicieron nuestros ancestros por aquellas tierras. Y ahí va la segunda: la Generalitat borra de su sede la memoria histórica de sus paredes retirando las pinturas que versan sobre el pasado de España, el suyo, el nuestro. Por la misma razón que asignen un presupuesto para derribar las pirámides de Egipto pues fueron construidas por esclavos. ¡Estamos hablando de Historia, imbéciles!