Escombreras, emisión de sílice, ruidos y arroyo sobreexplotado a las puertas de la Sierra Norte
La pequeña eatim de Naharros, a los pies del Parque Natural de la Sierra Norte, está librando una intensa lucha para preservar su entorno natural y la salud de sus habitantes frente a los efectos adversos de la actividad de extracción de cuarcita que se desarrolla a algo menos de un kilómetro del casco urbano, en la ladera de la montaña conocida como Santa Ana. La empresa extractora, después de 40 años de actividad en la zona, quiere abrir una nueva explotación a cielo abierto a 600 metros de sus casas.
Frente a ello, numerosas asociaciones de la zona, entre ellas, Salvemos Naharros y su Serranía; la Asociación Serranía de Guadalajara; el Grupo Local de WWF España y Ecologistas en Acción. combaten para garantizar que, pese a que la Delegación de Desarrollo Sostenible considerara el pasado mes de febrero que el denominado Proyecto Sierra Bajera era “inviable desde el punto de vista ambiental”, la iniciativa no se traslade a territorios colindantes.
La Eatim de Naharros está a escasísimos kilómetros del Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara. La Miñosa, el municipio cabecera, está a seis kilómetros y allí ya comienza la zona protegida. En la actualidad, los vecinos van más allá del logro de frenar la actividad futura. Vigilan muy de cerca la actividad de la actual explotación, ya que, según se critica desde la Asociación Salvemos Naharros y su Serranía, incumple la normativa ambiental.
Esto ha llevado este verano a que se secase el arroyo del pueblo, “hecho atribuido directamente a la sobreexplotación del agua por parte de la empresa minera”, señala Lidia Barrena, vocal del citado colectivo. Los vecinos denunciaron el hecho ante la Guardia Civil. Señala que “la empresa utilizaba un contador manipulado que no reflejaba el volumen real de agua extraída”, expone.
A pesar de las multas impuestas, cree que estas sanciones no son suficientes para detener a la empresa. “Les compensa pagar las multas y seguir extrayendo agua”, asegura Barrena. La “devastación ambiental” va más allá: “las montañas que rodean al pueblo están llenas de escombreras y caminos abiertos ilegalmente, lo que destruye el paisaje y amenaza la biodiversidad local”. Los vecinos padecen el tránsito constante de los camiones, lamenta Barrena. “Es muy común que en verano no pueda la gente dormir con las ventanas abiertas, porque desde muy temprano se oyen ya las máquinas”, ejemplifica.
La presidenta de la Asociación Salvemos Naharros y su Serranía, Laura Alonso, denuncia que, durante todos sus años de actividad, la empresa que explota la mina no ha cumplido su obligación de restaurar la zona. Remarca que no van a bajar la guardia y que, aunque ésta presentase un buen plan de regeneración medioambiental, “las vidas no son negociables”, dice.
Los residentes sufren diariamente el polvo de sílice que emite, el ruido que generan las actividades extractivas y los ocasionales sobresaltos de las explosiones, lo que afecta a su salud y bienestar. “Las condiciones de vida se han deteriorado hasta el punto de que muchos evitan abrir sus ventanas en verano, y los coches amanecen cubiertos por una capa de polvo, una señal del alcance de la contaminación ambiental”, denuncia Alonso.
“Aunque no se han realizado estudios médicos concluyentes, los vecinos saben que el polvo de sílice está relacionado con enfermedades pulmonares graves, como la silicosis”, prosigue. La piedra que se extrae en esta zona tiene un alto contenido en sílice. “Al respirarlo se acumula en los alvéolos y produce silicosis; hay mucha gente afectada por esta enfermedad”, advierte Alonso, que asegura que los empleados que estaban trabajando en el año 1995, “aunque no eran muchos, están todos muertos a causa de la silicosis”.
Y prosigue: “Las medidas de riesgos laborales han sido mínimas, o inexistentes, y ahora parece que las están tomando porque se las exigen, pero, aun así, creo que son deficientes. Hay trabajadores que viven todavía, pero con su silicosis, y saben que tienen una fecha de caducidad”, explica Alonso.
Lidia Barrena señala cómo la minería ha frenado el desarrollo de la localidad. “Nos están poniendo trabas por la avaricia de una empresa privada”, denuncia. “Muchos residentes temen invertir en sus propiedades o restaurar sus casas debido a la amenaza constante de expansión de la cantera”. Sin embargo, los vecinos tienen claro que el futuro de Naharros depende de la conservación de su entorno natural. “Apostamos por un modelo de desarrollo sostenible basado en el turismo rural y las actividades al aire libre”, ilustra.
Legado arqueológico
Según relata Barrena, fue en la redacción de las alegaciones que presentaron ante la Consejería de Desarrollo Sostenible para evitar la concesión de la nueva ampliación cuando “redescubrieron” que la necrópolis celtíbera, que está a los pies tanto del actual frente de explotación como del nuevo que se pretende en la Sierra Bajera, fue descubierta por Encarnación Cabré en el siglo XX.
“Creemos que otro tipo de economía, basada en la conservación del medio ambiente, puede favorecer a toda la región”, sostiene Barrena. La batalla legal contra la empresa explotadora de la mina continúa y, aunque se han logrado algunos avances, los vecinos saben que su lucha está lejos de terminar.