Eyaculación precoz

22/09/2018 - 10:43 Javier Sanz

El señor Albert Ribera puede ser en sí mismo motivo de una tesis doctoral sobre una incongruencia fisiológica.

Albert Rivera parece sufrir esta disfunción. Vio cacho en las encuestas que le proclamaban vencedor de unas próximas elecciones y nada hizo en contra de la moción de censura al Gobierno del PP; ve cacho ahora en la tesis doctoral de Pedro Sánchez y cambia la pregunta de control al Gobierno y se lanza en tromba, sin encomendarse a nadie. Es ver la presa y entrar en combustión, pero sin la pericia de los cazadores veteranos, que esperan al menos medio minuto para analizar la situación y ver qué procede: si disparar, esperar o dejarla pasar. Rivera dispara sin encomendarse a nadie.

Herrero de Miñón lo vio con la luz de la mañana y lo cerró en una frase: “Una tesis doctoral es un pecado de juventud”. Lo entendió todo el mundo. Una tesis doctoral es lo que es: la demostración de que el doctorando tiene capacidad para investigar. Punto. No se piden genialidades porque es imposible, e injusto, hacerlo en esa fase en la que el doctorando se está iniciando en la investigación, aunque puede darse el caso, infrecuente, de que una tesis aporte un hallazgo extraordinario. Para llegar al grado de doctor se tienen que pasar todos los controles reglamentarios: inscripción, plazos y defensa ante un tribunal autorizado por la comisión de doctorado, poco más. El director, o directores, de tesis son los que aprueban la elección del tema y dirigen, con mayor, menor o nula dedicación, los pasos que va siguiendo el doctorando. Sobre él, o ellos, recae también el porvenir y la solvencia de la tesis pues se trata de personas competentes en el tema a quienes nadie obliga a aceptar dicha dirección.

Así las cosas, de incautos, o, también, de trileros, es pedir que todas las tesis sean brillantes, pues no todos los candidatos lo son ni es eso lo que se pide, sino simplemente la demostración de que el doctorando sabe navegar en el proceso de investigación y, de modo global, cumple los objetivos, reflejados en las conclusiones. Yo he dirigido bastantes tesis doctorales y he participado en otros tantos tribunales, y he podido comprobar que hay doctorandos brillantes mientras otros son simplemente correctos, por eso algunos doctores llegan muy lejos y otros no, lo cual no quita para que éstos en su trabajo sean competentes. Pero todos han de pasar por los plazos y controles que impone la universidad a través de las comisiones de doctorado, que evalúan los pasos y autorizan en última instancia que se defienda la tesis ante un tribunal cuya composición aprueba dicha comisión. A todos, o no, gustaría que en su tribunal de tesis hubiera prohombres en la materia, pero no quita con que los miembros del mismo, reglamentariamente, puedan ser jóvenes doctores. Es más, en no pocas ocasiones se recomienda que dichos miembros sean de la propia ciudad donde se va a examinar el doctorando para evitar el pago de dietas: viajes y hotel. Así son las cosas.

Nos hemos encontrado con que Albert Rivera, que por experiencia propia nada sabe del asunto, pide excelencia en una tesis doctoral, además de que esté accesible a todos los españoles. ¿En qué cabeza cabe semejante disparate? Dependiendo del año de defensa de la tesis, y en virtud de la ley vigente, la tesis, una vez defendida y aprobada, pasa a un fondo donde puede ser consultada, se quiera o no pues la reglamentación está por encima de los intereses del doctorando. Luego el colgarla en internet, para que la lea y analice la señora Petra o el señor Ambrosio, es cosa como de locos, salvo que la legislación del momento marque que hay que colgarla, lo cual corresponde hacerlo a la universidad y nunca al ya doctor.

El señor Albert Rivera puede ser en sí mismo motivo de una tesis doctoral sobre una incongruencia fisiológica: sufriendo de eyaculación precoz es capaz al mismo tiempo de pegar un gatillazo de esos que despiertan al gallo del alba, pese a la generosa compañía de altavoces con que ha contado. Hay tema. Se busca doctorando.