Galdós y las mujeres


Los estudiosos de Pérez Galdós dicen que algunos de sus personajes femeninos están inspirados en las mujeres que pasaron por su vida, destacando la protagonista de Tristana y uno de mis favoritos, Fortunata.

Por Araceli Martínez Esteban

Cuesta ver algo positivo a 2020 porque el dichoso virus parece haberlo ocupado todo, pero algunas cosas son salvables, o al menos han hecho más llevaderos los días de confinamiento y restricciones. Así que, intentando ver la parte llena de la botella, hemos de alegrarnos de este año galdosiano, en el que recordamos el centésimo aniversario de la muerte de uno de los literatos más importantes que ha tenido España y cronista excepcional de la etapa que le tocó vivir.

Releyendo algunos de sus Episodios Nacionales -hay quien dice que los ha vuelto a leer todos. No voy a mentirles, en mi caso todavía me quedan unos cuantos- me topo con que una de las localizaciones del episodio Narváez se encuentra en Atienza, municipio al que Galdós solicitó información sobre su situación topográfica, murallas, fortificaciones, conventos, etc. para la ambientación de su novela histórica.

Sin embargo, una de nuestras mujeres favoritas en esta sección, Isabel Muñoz Caravaca, manifestaba a través de Flores y Abejas, que “este conocimiento del plano de Atienza contrasta más vivamente con el desconocimiento de todo lo demás”, como el paisaje, que en realidad era menos arbolado y sin presencia de castaños, el lenguaje florido y arcaico que adjudica a los habitantes ficticios de la villa o la creencia, inexistente al menos por entonces, de seres diabólicos en el castillo. Así las cosas, nuestra maestra atencina se lamenta de que “este verano se dijo en Atienza, que señor Galdós iba a honrarnos con su visita: ¿por qué no lo hizo, renunciando a copiar al natural, cuando tan bien hubiera sabido hacerlo?”. Y todo ello con el mayor de los respetos, pues también admite que “la obra es de una maestro; como todas las suyas, primorosa; pero como obra humana tiene sus inexactitudes”.

 

Tengo que reconocer que me hizo gracia la bravura de Muñoz Caravaca, enmendando la plana nada menos que a don Benito. Con todo, espero que el título de este artículo no haya confundido a quienes lo lean, ya que no es para hablar de los muchos amores que tuvo Galdós, a pesar de que estas semanas sea actualidad la correspondencia, a veces tan picarona, que mantuvo con Emilia Pardo Bazán. Los estudiosos de Pérez Galdós dicen que algunos de sus personajes femeninos están inspirados en las mujeres que pasaron por su vida, destacando la protagonista de Tristana y uno de mis favoritos, Fortunata. Recuerdo cómo con apenas quince años vi este texto, Fortunata y Jacinta, en la estantería de los libros de casa de mis padres (por entonces, al menos en los hogares de familias obreras como la mía, los libros se exponían en el mueble del salón, cuyas baldas tendían a curvarse por el peso de los mismos y de los volúmenes de las famosas enciclopedias con las que tantos trabajos académicos realizamos), no pudiendo evitar devorarlo en ese caluroso mes de julio. De vuelta al instituto, me esperaban otras dos lecturas obligatorias de Galdós que disfruté enormemente, aunque creo que el placer de descubrir por primera vez al autor y su obra es irrepetible. Se trataba de la terrible Doña Perfecta y de Misericordia, cuya protagonista, Benina, era una dócil y bondadosa criada, por momentos mendiga, proveniente de La Alcarria.

Aunque no creo que Benito Pérez Galdós pueda ser calificado exactamente como feminista, entre otras cosas porque en su época había pocos (y pocas) en España, lo cierto es que compartió tertulia y amistad con personajes que sí se definían de esa manera, como la ya citada doña Emilia o Adolfo González- Posada y Biesca, uno de los principales intelectuales finiseculares e introductor del término feminismo en nuestro país. En cualquier caso, es innegable la preocupación que expresa en sus obras por la situación de la mujer, poniendo de manifiesto las pocas posibilidades que ofrecía una sociedad en la que la que la influencia del tradicionalismo y la pacatería seguía siendo considerable.

En este sentido, la extraordinaria María Zambrano afirmaba que Galdós fue el primer novelista español en liberar a sus mujeres literarias de arquetipos y generalidades, dotándoles de personalidad propia y, sobre todo, de individualidad. 

Para ir finalizando, decirles, si es que no lo sabían, que este excelso escritor era un gran amante de los animales. En Toledo se encariñó de una corderita a la que llamó Mariucha (sí, el mismo nombre de su obra teatral) que estaba condenada a ser descartada por tener la lana negra. Decidió criarla en su casa de Argüelles habiéndola de devolver a su finca de procedencia cuando se hizo grande, desde donde cada año le mandaban un mechón de la ovejilla que, como él mismo decía, llenaba de alegría su casa y su corazón.

Así que, para acabar este año, les ruego lean a Galdós todo lo que puedan, pero también hagámosle caso en el buen trato que merecen los animales, pues son seres conscientes y dolientes. Ya saben, si quieren pedir una mascota a los Reyes Magos, recuérdenles que no la compren, que los albergues de animales abandonados están llenos de peludos deseando formar parte de una estupenda familia que les adopte.