Feminismo imperecedero
Una de las principales referentes del feminismo de todos los tiempos es la inglesa Harriet Taylor. En 1851 publicó Sufragio de las Mujeres, en el que clama por la igualdad.
Un año más, y ya va un lustro, comenzamos estas Vindicaciones con un pasaje de la historia del feminismo, movimiento emancipatorio de más de dos siglos que beneficia no solo a las mujeres, pues por ser estas la mitad de la vida y del mundo, el feminismo cuenta con la capacidad intrínseca de transformar positivamente toda la sociedad.
Una de las principales referentes del feminismo de todos los tiempos es la inglesa Harriet Taylor, nacida en Londres en 1807. Taylor fue la hija de un cirujano bien posicionado social y económicamente que, al contrario de lo que solía ser habitual, proporcionó a su hija una esmerada educación. A los dieciocho años se casó con un hombre de negocios atraído por la política progresista que, a pesar de que Harriet le quisiera y respetara, realmente no se encontraba a su nivel intelectual.
Con dos hijos y embarazada de una niña, en el verano del 1830 Harriet Taylor conoce a John Stuart Mill. La inteligencia de ambos y sus inclinaciones por el liberalismo radical (no se confunda radicalismo con extremismo. El liberalismo radical se denomina de este modo por su interés en ahondar en las raíces que impedían la libertad plena de los seres humanos) sella una relación singular y, como veremos, productiva a favor de los derechos de las mujeres, de la clase obrera y de la abolición de la esclavitud.
En aquel momento no existía el divorcio, por lo que Taylor acordó, no sin una grave crisis matrimonial de por medio, mantener la vida familiar con su esposo e hijos a la vez que conservar su amistad con Mill, aunque renunciando a las relaciones sexuales por respeto al marido. Como seguramente imaginen, esta situación peculiar provocó una fuerte desaprobación social, pero ellos siguieron adelante formando una pareja extraordinaria.
Jhon Stuart Mill junto a Helen Taylor, hija de su pareja Harrier Taylor, 1869. Fuente: Wikipedia.
En 1851, Taylor publicó Sufragio de las Mujeres, un ensayo en el que la autora clama por la igualdad de derechos respecto a los hombres mediante varias propuestas: acceso a la educación, nuevas leyes en favor de la igualdad y participación política de las mujeres. Ese mismo año, habiendo fallecido ya el marido de Harriet, Taylor y Mill se casaron tras veintiún años de amistad. La boda no fue usual y Stuart Mill realizó una declaración por la que renunciaba a los privilegios que la ley matrimonial otorgaba a los hombres sobre las mujeres: «(…) la ley confiere sobre una de las partes contratantes poder legal y control sobre la persona, la propiedad y la libertad de acción de la otra parte, sin tener en cuenta los deseos y la voluntad de esta, yo, careciendo de los medios para despojarme legalmente a mí mismo de esos poderes odiosos (…) prometo solemnemente no hacer nunca uso de ellos en ningún caso y bajo ninguna circunstancia (…)».
Por su parte, John Stuart Mill fue un reconocido intelectual polifacético (tanto que uno de sus ámbitos de investigación fue la Botánica, lo que le llevó en 1860 a visitar Valencia para conocer de cerca la flora española) y político liberal (liberal radical). Fue elegido diputado en 1865 y al año siguiente presentó, junto a Henry Fawcett también casado con una feminista y al infatigable aliado de las sufragistas Jacob Brig, una proposición de sufragio femenino promovida por mil quinientas mujeres (para ser exacta, mil cuatrocientas noventa y nueve) pertenecientes a la la Sociedad para el Empleo de las Mujeres, que posteriormente se reconvirtió en la Sociedad para el Sufragio de las Mujeres.
La iniciativa parlamentaria consiguió setenta y tres votos favorables… y ciento noventa y tres en contra. Aunque no prosperara implicó un enorme impulso para el feminismo, pues a lo largo de la década de los setenta del siglo XIX se constituyeron numerosas organizaciones sufragistas que en 1897 se unificaron bajo la potente Unión Nacional de Sociedades para el Sufragio de la Mujer.
Harriet Taylor falleció en 1858, pero no su influencia sobre el pensamiento de Stuart Mill. Once años después, en 1869, John Stuart Mill publicó un libro en el que en buena medida se recogían las reflexiones de Taylor y que contó con la colaboración de la hija pequeña de Harriet, Helen, quien heredó la inteligencia y el compromiso de su madre. El título de este volumen ha sido traducido al español de distintas maneras El sometimiento de la mujer, La esclavitud femenina o La sujeción de la mujer pero, sea cual sea la traducción elegida, este tratado supuso un auténtico hito en la teoría y práctica feminista, sirviendo de referencia para el sufragismo que ya se había expandido por casi todo el planeta.
Tal fue el impacto de La sujeción de la mujer que Emilia Pardo Bazán la incluyó en su célebre Biblioteca de la Mujer (un proyecto editorial propio puesto en marcha entre 1892 y 1914), encargándose ella misma de traducir y prologar esta obra insoslayable. En dicha obra, Harriet Taylor y Stuart Mill desmontan con argumentos que a día de hoy siguen en gran parte vigentes las diferentes formas de dominación que el patriarcado ha construido para subyugar a las mujeres.
Stuart Mill y Harriet Taylor escribieron textos conjuntamente y por separado, pero en todos ellos siempre subyacía una premisa básica, que es la de que una persona liberal coherente solo puede concebir el progreso de una sociedad si todos los seres humanos, es decir, mujeres y hombres, son tan libres como iguales.