Hayedo de Tejera Negra, explosión de color en un ecosistema único del centro peninsular
Publireportaje
Una explosión de colores se dispersan entre valles, barrancos y cumbres en otoño que nos animan a perdernos entre ellos y conocer la vida de sus pobladores. Es tiempo de caminar entre senderos, de recoger los frutos otoñales, de castañas, nueces y setas, de caza y olores especiales.
Icono de esta estación en la provincia de Guadalajara es el Hayedo de Tejera Negra. En pleno Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara encontramos el Hayedo de Tejera Negra, en la vertiente del macizo de Ayllón. Se trata de un ecosistema único en el centro peninsular pues es más propio de lugares más húmedos y latitudes propias del norte peninsular. Amarillos, rojos y ocres serpentean por un paisaje único en el centro peninsular. Es un bosque relíctico, de composición eurosiberiana que sorprende a los visitantes. Los ejemplares de haya son relativamente jóvenes, procedentes del rebrote de los troncones de árboles cortados en la década de los sesenta del siglo XIX y XX, aunque hay ejemplares con más de tres centurias. Están localizadas entre los valles de los ríos Lillas y Zarzas. Hasta llegar a ellos nos encontramos con robles y pinares matorrales de diversas especies y praderas junto al río.
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A pesar de contar con una gran diversidad botánica en el que las hayas son las grandes protagonistas, en las solanas, zonas en las que las hayas no aguantan la climatología, encontramos los robles rebollo y una gran orla de pinar en el monte. En las zonas más altas y en los barrancos están los abedules, que es otra especie eurosiberiana muy típica que encontramos en la reserva.
Para disfrutar de este regalo de la naturaleza hay que ir sin prisa, y disfrutar de todos los rincones y los paisajes tan cambiantes a lo largo del año que tiene el hayedo.
Las hayas pasan siete meses en reposo invernal, sin hojas, a mediados del mes de mayo brotan con un color verde claro que van tornando a oscuro, a medida que van madurando. Sus ramas, perpendiculares a los rayos del sol, no permiten la entrada de luz, por lo que se crean bosques de gran umbrosidad, con matices que les hacen espectaculares. Si los veranos son secos, como este que ha pasado, las hayas adelantan la caída de la hoja y las tonalidades marrones, amarillas y rojizas aparecen en septiembre, pero normalmente es en octubre cuando se disfruta de este paisaje. Los visitantes del mes noviembre se encontrarán el suelo cubierto con esta alfombra de hojas, que contrastan con los troncos blanquecinos cubiertos por musgos y líquenes y la fragancia a tierra mojada y, si hay suerte, alguna seta. Ojo, está prohibido cogerlas.
Jabalíes, pasando por los corzos, ardillas, gatos monteses y ginetas; sin olvidar los buitres leonados, vencejos y gavilanes, reptiles de todo tipo y murciélagos son algunos de los ‘habitantes’ de estas tierras serranas.
El turista deberá concertar la visita con antelación porque los aparcamientos son limitados para poder hacer la ruta a pie Sendas de Carretas, que consta de unos seis kilómetros. Para los más aventureros está la Senda del Robledal, 17 kilómetros y seis horas de ‘viaje’ por este rincón privilegiado. También está dibujada una ruta para hacer en bicicleta, recomendada para hacer en familia. La visita al hayedo puede ser el complemento perfecto para un fin de semana en la Arquitectura o el románico rural ¿Te animas?