La beata nacida en un pueblo del Señorío que revisaba los textos de Santa Teresa
En el corazón más silencioso del Señorío de Molina, allí donde el viento recorre páramos interminables y la luz se estira sobre un paisaje que parece antiguo desde siempre, existe un pequeño pueblo que guarda una historia singular. Sus calles estrechas, sus casas de piedra y su iglesia parecen custodiar un relato que no se entrega de inmediato, un relato hecho de oración, de inteligencia fina y de una vida que aún hoy sorprende.
Ese relato tiene nombre y fecha: María de Jesús López de Rivas, nacida el 18 de agosto de 1560. Una niña que creció marcada por la austeridad molinesa y por una educación cristiana que recibió de sus abuelos tras quedar huérfana de padre a los cuatro años. En ella se percibía, desde muy joven, una virtud serena y una claridad de ideas que acabarían guiándola hacia un destino ligado al Carmelo.

Ingresó en el convento carmelita de Toledo a los 17 años. Allí ejerció como enfermera, sacristana, maestra de novicias y priora. También sufrió calumnias y destituciones, que soportó con una caridad que impresionó a sus contemporáneos. Pero lo que marcó para siempre su lugar en la historia fue su relación con Santa Teresa de Jesús. La Santa Madre vio en ella una inteligencia viva y un discernimiento poco común. Por eso la llamó “la letradilla”, confiándole la revisión de sus escritos y otorgándole una cercanía espiritual reservada solo a sus hijas predilectas.
María de Jesús murió en Toledo en 1640, rodeada de fama de santidad. Su beatificación se produjo el 14 de noviembre de 1976, por el papa Pablo VI, culminando así un reconocimiento que llevaba siglos latiendo en la memoria carmelita.
En Tartanedo, un pequeño pueblo del Señorío de Molina, aún se respira el eco de aquella vida entregada. Allí nació María de Jesús López de Rivas y allí se conserva, generación tras generación, una devoción que forma parte del paisaje emocional del municipio.
Cada año, Tartanedo celebra una fiesta en su memoria, y este año no fue diferente. La jornada reunió a los vecinos en torno a su figura, acompañados por representantes institucionales. A la celebración acudieron la consejera Bárbara García Torijano, el alcalde, Francisco Larriba, miembros de la Corporación municipal y numerosos habitantes del pueblo, que participaron en la misa y los actos organizados en honor de quien consideran parte esencial de su identidad.
El ambiente combinó solemnidad y cercanía, el respeto íntimo de un pueblo pequeño con la presencia institucional que reconoce en aquella mujer un legado que trasciende fronteras. Al final, todos volvieron a pronunciar el nombre con el que se la conoce popularmente: la beata de Tartanedo, la mujer que desde un rincón del Señorío de Molina llegó a revisar los textos de Santa Teresa y a ganarse, siglos después, un lugar de honor en la memoria de su gente.






