La centralidad de García Page
El mérito está en que es de una generación posterior a la del presidente González, pero mantiene su ‘social-democracia’ particular. Y es de agradecer.
El presidente de Castilla La Mancha tiene la facilidad de mimetizarse con facilidad en el electorado de su región. Si no fuera castellano hubiera amado de igual manera las tierras de Castilla, las dos, como lo hicieron los del 98. Le ayuda la imagen de austeridad propia de estas gentes, su escepticismo casi universal, su escasa pasión –su relativismo, mejor dicho- por el embate político y su implicación por las cosas mundanas de la tierra, del trabajo o la familia.
Leo con interés la entrevista que le hace Raúl Piña, publicada el pasado miércoles en El Mundo. La titula “El PSOE debe recuperar su centralidad y ser transversal”, en palabras de Page. Me gusta más lo primero que lo segundo. Lo “transversal” es un término reciente que viene a ser una justificación de una línea de horizonte, algo que, de por sí sólo, no significa nada, pero que queda muy bien. Lo de la “centralidad”, supongo que lo acoge como punto geográfico de lo ideológico, como reclamando la moderación socialista que tantos votos le dio al PSOE de la Transición, el de Felipe González.
Aunque podría, no creo que el presidente castellanomanchego lo haga como estrategia conociendo que su electorado es moderado; por llevarse bien se lleva hasta con la Iglesia y, por supuesto, con la monarquía parlamentaria como forma de Estado. Interpreta ese papel porque se siente cómodo y habrá que reconocerle que pocos de los barones socialistas han levantado la voz contra Sánchez como él. El mérito está en que es de una generación posterior al del presidente González, pero mantiene su “social democracia” particular. Y es de agradecer.
Precisamente ayer se le concedió en el monasterio de Yuste a Angela Merkel el premio europeo Carlos V por “mantener la cohesión de la Unión Europea en momentos difíciles”. Entre los asistentes también se encontraba Felipe González, ya premiado en una edición anterior. La canciller alemana no dudó en su día en pactar con los social demócratas antes que recurrir a experimentos más peligrosos. En el final de su carrera política recibe el premio a una trayectoria principalmente moderada, como Felipe González. No creo que Sánchez, ni Zapatero, reciban nunca ese premio, pues no dudaron para conservar el poder en apoyarse en los que van en contra de lo que supone esa cohesión europea, la que nos ha permitido mayor prosperidad, estabilidad y libertad en toda la historia del viejo continente.
García-Page bebe los mismos vientos porque, cualquiera que tenga cierta perspectiva y no le ciegue lo inmediato, es consciente de que lo bueno no hay que cambiarlo. Reflexión simple donde las haya pero inexplicablemente poco respetada por nuestros actuales gobernantes. El monasterio de Yuste no es el palacio de Fuensalida, pero en aquél el emperador supo retirarse para otear desde esa perspectiva sus éxitos y fracasos. No dudo de que García-Page sabe dónde encontrar los éxitos y cómo evitar los posibles fracasos.