La clave científica
Sin duda alguna, la ciencia es un antídoto de primera mano contra la ignorancia y la superstición, pero además es el motor del avance de nuestras sociedades.
El pasado martes, el mismo día en que el Ayuntamiento de Guadalajara entregaba sendas medallas de oro de la ciudad al personal municipal, a la comunidad educativa y a los profesionales de la sanidad por su trabajo y entrega durante los peores momentos del Covid, en Guadalajara no hubo ningún contagiado tras 576 días de ininterrumpida pandemia. Antonio Sanz, gerente del Sescam en Guadalajara, en su intervención en dicho acto, dio en la diana: ha sido posible gracias a la ciencia, a la investigación y a la existencia de un sector sanitario público que es igualitario en los tratamientos frente a la enfermedad. Estas últimas semanas lo hemos visto con mayor claridad si cabe tras la erupción volcánica en la isla de La Palma. El trabajo de geólogos, vulcanólogos, de científicos de todo tipo que aunando esfuerzos analizan los movimientos sísmicos o la calidad del aire han permitido evitar víctimas y, en la medida de lo posible, prevenir males mayores.
Sin duda alguna, la ciencia es un antídoto de primera mano contra la ignorancia y la superstición, pero además es el motor del avance de nuestras sociedades. Junto con la educación forma un todo indisoluble que es la única garantía para unas mejores condiciones de vida. Las religiones, sabedoras de que poco pueden hacer frente al saber contrastado, frente al conocimiento estructurado y la interpretación crítica de los fenómenos naturales y sociales, hace ya tiempo que evitaron el cuerpo a cuerpo. A lo largo de los siglos se ha pasado del ataque brutal a los primeros científicos (Galileo, Miguel Servet, Giordano Bruno, Copérnico, Kepler…) a la separación radical de los ámbitos de cada cual con el fin de evitar el ridículo. Cuando las religiones afirman unos hechos que chocan directamente con la evidencia científica no les queda más que el disimulo o retorcer la explicación hasta el punto de ser inverosímil hasta para sus propios seguidores. La ciencia tiene la ventaja de que no defiende verdades inamovibles, al contrario, fomenta la cultura de la duda. Preguntas, método científico y rigor son los ingredientes del progreso humano.
La inversión en ciencia en España, sobre todo cuando alzamos la vista y comparamos, es muy escasa. Apenas el 1,2% del PIB, mientras que en otros países supera el 2 y el 3%, como ocurre en Alemania o Estados Unidos. La reacción ante el coronavirus, que ha permitido desarrollar las vacunas en unos meses, es el mejor ejemplo de su importancia. Aquí, cuando han llegado las crisis, los primeros recortes han sido para la ciencia. Hay que seguir luchando contra el cáncer, contra cientos de enfermedades, hay que generar tecnologías y herramientas que nos permitan vivir mejor. Nadie lo duda. Una buena educación que genere conocimiento científico e inversión pública: esa es la clave.