La infravalorada herencia del Felipismo

01/05/2021 - 17:44 Emilio Fernández Galiano

Salvo García Page en Castilla La Mancha o Fernández Vara en Extremadura, pocos barones han seguido su estela. Huella que permaneció intacta hasta la desgraciada llegada de Rodríguez Zapatero.

Leo en la prensa la recopilación de una buena parte del trabajo realizado por el fotógrafo Gustavo Catalán Deus durante la Transición. Y veo con dulce nostalgia algunas imágenes que se conservan en mi retina trasladándome a una época emocionante, acaso ingenua y sin duda generosa. Una de esas fotos es las que recojo en este artículo. “Una mirada atrás”, así se llama la obra. En ella viajamos al inevitable cualquier tiempo pasado fue mejor, pero no por romanticismo sino por un certero recuerdo y una desgraciada comparación entre un tiempo y otro.

 

Suárez y Felipe compartiendo fuego como si fueran dos grandes jefes de tribus indias dispuestos a firmar con la pipa de la paz. Más de una vez he afirmado que la Transición española fue el mayor acto de generosidad de los dos últimos siglos. Desde el harakiri de las cortes franquistas hasta la aceptación de la monarquía como forma de Estado por parte del Partido Comunista, genuina oposición, una vez comprobado el compromiso de don Juan Carlos con la nueva democracia.

 

O la expresa renuncia al marxismo por parte del nuevo socialismo con un Felipe González que, junto a Suárez, se convirtió en el estadista de referencia de nuestra Nación. Además de protagonizar el mayor respaldo popular nunca superado, convirtió el sistema en un juego de tolerancias rápidamente asimiladas por una alternancia normal, sin acritud, como diría él.

 

Me entristece observar que hoy, su propio partido, ningunea su herencia y su doctrina. Salvo García Page en Castilla La Mancha o Fernández Vara en Extremadura, pocos barones han seguido su estela. Huella que permaneció intacta hasta la desgraciada llegada de Rodríguez Zapatero. En un “buenismo” mal entendido –como el de Azaña en la II República y del que terminó renegando-, el presidente por accidente, por el atentado del 11M generando un inverosímil vuelco en las urnas, borró de un plumazo la senda marcada por Felipe González. Además de reabrir las heridas del pasado con su indeseable e innecesaria “memoria histórica”, además de romper la diplomacia instaurada por Felipe alcanzando España niveles de protagonismo internacional inimaginables –resulta cómica, hoy, la alianza de las civilizaciones-, además invertir el paradigma de la economía de mercado por una subvencionada rompiendo los mayores niveles de empleo, lo peor, sin duda, su obsesión por romper con el pasado y lo mejor de la historia del socialismo desde que lo fundara Pablo Iglesias, el otro.

 

Asistimos con la misma resignación la continuidad que de aquel triste legado, el de Zapatero, por Pedro Sánchez en una especie de cromo repetido.  Un mal clon de un  peor donante, el peor alumno de un  pésimo profesor. Y así les va, costándole superar la centena de diputados frente a los doscientos que en su día obtuvo Felipe González. No es de extrañar que las grandes figuras de ese gran socialismo llamado felipismo no aparezcan ahora ni a la puerta de la calle. Por vergüenza torera. Y bastante bochorno.