Las 'no fiestas' de Guadalajara

11/09/2021 - 13:54 Pedro Villaverde Embid

Después de dos años sin fiestas es momento de estrenar modelo, de abrir una nueva página en la historia de una semana que fue especial.

Rabia, frustración,  tristeza causa pensar lo que deberíamos estar viviendo en nuestra ciudad y lo que tenemos. Estaríamos hoy en vísperas mismas de nuestra Semana Grande después de participar en una multitudinaria procesión y reencontrarnos con tantos en el tradicional pregón literario. Nos quedamos sin tarde de toros, el chorizo de la feria, el madrugón del encierro taurino, el vermú en la Concordia, la verbena de Santo Domingo o el ambiente de las peñas. Pensamos hoy qué habrá sido de quienes viven de su chiringuito de fiesta en fiesta, los de las tómbolas o las distintas atracciones y nos preguntamos cómo sobreviven los de la industria musical sin verbenas, la pirotecnia sin fuegos artificiales o tantos que trabajan en el sector del ocio. Nos consolamos bailando sentados en una silla de la plaza de toros, viendo a la patrona fuera del santuario, con tributos a  grupos por los barrios, los títeres, el paseo en bicicleta o la contemplación de la milla y dando mil gracias a nuestro Ayuntamiento por su responsabilidad y la organización de un intenso verano cultural. A todo esto, con las consabidas medidas sanitarias, le llamamos las no fiestas, un avance respecto al paro total del pasado año y  un aperitivo de esos anunciados grandes festejos del 2022, los que para quienes añoramos tiempos remotos, nos devolverán la alegría al centro de la ciudad. 

  Después de dos años sin fiestas es momento de estrenar modelo, de abrir una nueva página en la historia de una semana que fue especial, que atraía a visitantes de la provincia y de Madrid, que entusiasmaba y era tan esperada como hoy añorada. El futuro parece que será repartir chiringuitos, peñas y ‘saraos’ desde San Roque al Infantado. Volver al centro. Desconocemos los detalles, que no son nimios, pero nos alegra la voluntad anunciada de este consistorio de recuperar el esplendor, de concentrar en la ciudad (por donde todos podemos ir andando) las diferentes atracciones. Ello significará ruido, molestias, enfados, noches de mal dormir teniendo que madrugar al día siguiente, huida de vecinos a otros lugares por no soportar los inconvenientes y lo que es peor, fastidio para personas enfermas que requieren un descanso que se verá alterado. Exigirá paciencia, algunas normas de convivencia porque no se pueden tolerar ciertas conductas pero será para el bien general de una ciudad que lo merece.