Lo que está por venir es muy fuerte


Jesús viene y trae consigo lo que estamos necesitando: verdad, humildad, iluminación, paz, seguridad, fe, amor y esperanza.

No soy epidemiólogo, ni profeta pero estoy seguro que lo que está por venir es cosa seria y no me refiero a un nuevo rebrote de la epidemia ni a sus efectos secundarios que ya sabemos como se las gasta el Covid-19. No es a eso a lo que me refiero. Lo que está por venir es un acontecimiento que no debería pasar desapercibido para nadie y más en este tiempo de pandemia que vivimos entre miedos e incertidumbres. 

Necesitamos que “alguien” -y no me refiero a ningún político- ponga orden y concierto en nuestras vidas, valores, creencias y comportamientos, que encienda una luz que ilumine nuestras oscuridades interiores y que aliente la esperanza frente al cansancio y la desesperanza reinante. Y ese es mi anuncio: que Jesús, el Hijo de Dios, viene de camino (la liturgia de la Iglesia lo llama “Adviento) y trae consigo lo que tanto estamos necesitando en estos momentos: verdad, humildad, iluminación, paz, seguridad, fe, amor y esperanza. Es otro punto de vista y otra realidad que va más allá de nuestras aspiraciones más inmediatas: fin de la pandemia, aparición de las vacunas, olvido del pasado y vuelta a la “nueva normalidad” (o lo que es lo mismo a la situación anterior a la aparición del Covid-19 en la que no era oro todo lo que brillaba, como ha puesto en evidencia la pandemia).

La misión que trae Jesús, el Hijo de Dios al mundo, es la de decirnos, con palabras y obras,  cómo tenemos que vivir y actuar para ser felices, la aspiración máxima de todos los seres humanos. Es cierto que la línea marcada por Jesús va en dirección opuesta a la de muchos vendedores de felicidad de tres al cuarto que la ofrecen en cómodos plazos para que la gente la compre y sin derecho a devolución cuando se descubre el engaño.