Los mayores, los peor parados durante la pandemia


No es de extrañar que los mayores estén con la moral baja. Vamos a levantarles la moral porque los queremos y necesitamos.

La pandemia nos ha parado a todos y a todo, pero los más afectados son los mayores. Ellos ocupan el primer puesto en el ranking de contagios y muertos por Covid-19. El maldito virus nos ha cambiado radicalmente la vida a todos pero principalmente a los mayores, a quienes ha confinado física, mental y espiritualmente en sus casas y en sus soledades, dejándolos fuera de juego socialmente y sin puntos de apoyo para sus ilusiones y sus sueños.

Para empezar, el Covid-19 les cortó la relación personal con sus seres más queridos: hijos y nietos. Prohibido acercarse a ellos, besarlos y abrazarlos porque se corre peligro de muerte. Los familiares les dejan el táper con la comida preparada y la bolsa con la compra en la puerta de casa o en el ascensor, para no contagiar. Se acabaron los encuentros en el parque con los amigos de toda la vida para contar sus batallitas de ayer y de hoy. Hay que caminar de uno en uno y a distancia, adivinando quién es quién detrás de la mascarilla. La cosa es muy seria: “Mis amigos de antes ahora son mis “enemigos” porque me pueden llevar a la tumba”.

Pero todavía hay más. Se acabaron las visitas al médico porque las consultas son telemáticas. Las salas de espera del ambulatorio, que servían de terapia porque se compartían dolencias, tratamientos y noticias del barrio, ahora están vacías.

El Covid-19 también cerró a cal y canto los Centros de Día, y los mayores se quedaron sin rehabilitación física y mental y sin saber qué hacer para ocupar el tiempo. El recurso a la radio y la televisión no es la mejor solución, por el machaqueo informativo sobre el aumento de contagiados y muertos diariamente, la saturación de hospitales y de UCI, el retraso de las esperadas vacunas, y la insoportable e irresponsable lucha partidista en la que algunos políticos han convertido la tragedia que padecemos. Todo esto, repetido una y mil veces en los medios de comunicación, hace que los mayores busquen una válvula de escape en “Sálvame deluxe” y en las películas de vaqueros, que por lo menos no les meten más miedo en el cuerpo. Las llamadas telefónicas, los WhatsApp, las videoconferencias con familiares y amigos, la misa televisada y la lectura ocupan buena parte de las horas perdidas.

Las iglesias también redujeron drásticamente su aforo siguiendo las normas de seguridad epidemiológica, y los mayores convirtieron sus casas en templos para rezar y oír misa por televisión, sin riesgo de contagio. Echan en falta la tertulia y la caña de cerveza con los compañeros de rezo a la salida de misa dominical, que daban un plus de alegría su vida.

No es de extrañar que los mayores estén con la moral baja. Vamos a levantarles la moral porque los queremos y necesitamos. Prestémosles atención y cuidados para que no se sientan solos (mucho menos abandonados), no les falte comida y, sobre todo, cariño. “Los mayores no solo tienen necesidades asistenciales sino que también son portadores de sueños” (Papa Francisco).