Lucian Freud o la pasión carnal
El Museo Thyssen-Bornemisza muestra una magna exposición de las obras de Lucian Freud, nieto de Sigmond Freud, artífice del psicoanálisis.
Me refiero a la que plasmaba en sus lienzos, con independencia de sus relaciones íntimas, promiscuas, excesivas, como los desnudos que pintaba. Lejos de responder al arquetipo de artista atormentado, Lucian Freud (Berlín, 1922 – Londres, 2011), nieto de Sigmond Freud, artífice del psicoanálisis, nació en una familia alemana acomodada y muy inquieta creativa y artísticamente. De su padre, arquitecto, heredó la vena plástica con la que terminaría siendo uno de los mayores exponentes del arte figurativo del siglo XX.
Tras la implantación del III Reich, la familia emigra a Londres, ciudad en la que nuestro protagonista desarrolló su carrera pictórica. Aunque de sus cuadros se puede adivinar un sentimiento abrumador, durante su juventud coqueteó con casi todos los vicios; sexo, juego, fiestas y coches, divirtiéndose sin límites. Resulta paradójico que sus pinceles transmitieran cierto tenebrismo, utilizando colores secundarios y claroscuros intencionadamente impactantes.
En la capital inglesa forjó una gran amistad –no exenta de recurrente rivalidad- con el pintor irlandés Francis Bacon, que le condicionó su estilo en torno al retrato. Bacon –por cierto, que vivió durante mucho tiempo en Madrid, ciudad en la que murió- y Freud crearon un tándem muy equilibrado. La realidad desvirtuada de Bacon cautivaba a Freud, manejando éste los volúmenes anatómicos con los que el irlandés jugueteó en sus cuadros figurativos. Casualmente ambos batieron récords de ventas con respectivas obras póstumas.
Precisamente, una de las más recientes, en la que aparece una señora obesa desnuda sobre un sofá, se vendió por más de 33 millones de dólares. La mujer retratada, cobró 5 euros la hora. Al terminar de ver el cuadro exclamó: “Me habrá elegido porque soy una gran volumen de carne”.
Aunque su evolución transcurre por diferentes etapas, desde un surrealismo juvenil hasta la figuración tratada desde perspectivas inauditas, son los desnudos un tanto esperpénticos pintados con abundante óleo, mediante la técnica conocida como el empasto, proporcionando a la tela una atracción casi morbosa, impúdica, por parte del espectador. Estudió desde distintos ángulos su propio autorretrato, con torsos a menudo semidesnudos.
El Museo Thyssen-Bornemisza –llegó a retratar al mismo barón en su madurez- muestra estos días una magna exposición de sus obras. Aconsejo su visita para adentrarnos, como si fueran paisajes, los misterios anatómicos del cuerpo humano.