Matrimonio original
Enrique Velázquez, un diputado mexicano de Jalisco, cuya capital está hermanada con la nuestra, promueve una iniciativa que también aquí podría venir al pelo para afrontar la plaga de divorcios: matrimonios temporales, con fecha de caducidad.
Su propuesta parlamentaria transoceánica postula que las personas puedan casarse con lapsos de dos, tres, cinco y 10 años, con la idea de ir renovando sus vínculos si la convivencia funciona. Incluye que las parejas decidan si desean mantener su contrato, modificar términos y disolverlo sin necesidad de acudir al farragoso proceso judicial.
“Es algo perfectamente trasladable a España. Su Guadalajara, pionera en la celebración de matrimonios entre personas del mismo sexo en Campillo de Ranas, podría serlo también en esta modernización”, defiende.
La exposición de motivos sugiere que el amor romántico de ‘para toda la vida’ puede ser maravilloso, pero tiene los días contados. Es tan antiguo como el cristianismo, que lo utilizó como cebo para ganarse a la mujer en tiempos de tanta poligamia.
La esperanza de vida era entonces de treinta y pocos años. Si uno se casaba a los 15, entre novedosas relaciones afectivosexuales, cinco o más hijos, procurarles la manduca, crianza, etc., la existencia se pasaba en un santiamén.
El INE certifica que crecen las parejas de hecho por miedo al matrimonio y que el 60%, tras una duración media de 16,4 años, acaba en divorcio. Aunque las hipotecas duren casi el doble y los firmantes tengan que afrontarlas ya divorciados.
Velázquez, del partido Hagamos, equiparable en parte a lo que queda del PSOE y el PP (“socialdemócrata, siempre defensor de la libertad y enemigo de la desigualdad”), ofrece a nuestros tenebrosos diputados arriacenses compartir la originalidad y marcarse un farde de modernidad.
Y de paso, verificar aquella estrambótica campaña de la Diputación (socialista) “Guadalajara no solo está en Jalisco”.