Otoños recalentados
Septiembre siempre ha sido tiempo de vendimia. Los nuevos y abundantes climatólogos observan que llevamos diez años en que se adelanta quince días o más por la subida de la temperatura y crecientes olas de calor veraniegas.
Puede que se haya resentido la cosecha y algunos caldos, pero hemos ganado en experiencias únicas para participar en fiestas del vino que incluyen pisar la uva como los hombres primitivos, vendimiar de noche, raves glamurosas, recorridos por viñedos en descapotable y almuerzos opíparos de antaño al rayar el alba.
No hay mal que por bien no venga, o como retorció el obispo y teólogo San Agustín echando mano del proverbio latino (ex malo bonum) no hay bien alguno que no provenga de algo negativo.
Es lo que tiene el llamado calentamiento global, certificado por los científicos con un grado más en la temperatura general de nuestra casa grande, la Tierra, en los últimos diez años.
Dicen que este recalentamiento impacta en los en ecosistemas alterando los comportamientos estacionales. Los agricultores han detectado que los árboles florecen a veces fuera de tiempo —«pero luego se queda en nada»— y que los comportamientos habituales de las plantas no son los que están viendo.
La ciencia ciudadana asegura que hasta los colores de los árboles están cambiando. Grandes poetas (como nuestro Machado o el italiano Cardarelli) y pintores del otoño (Van Gogh, Monet, Kandinsky o Rusiñol) tendrían que resetear algunos versos y lienzos.
Las hojas anaranjadas que anuncian la llegada del otoño tardan más en llegar y se retrasa la caída de las amarillas. Algunos estudios alertan de que los océanos se están volviendo más verdosos por las floraciones de algas y los lagos azulados pierden su tono.
Parece que en mi pueblo las sabinas crecen más y nacen chaparros donde no los había ¿Será malo?