¿Pensionistas tapón?

27/09/2025 - 14:06 Antonio Yagüe

En irreflexivos estudios y encuestas se viene repitiendo como un mantra que los jóvenes vivirán peor que sus padres. Y que los mayores han aumentado su renta con generosas pensiones que agrandan la brecha generacional. 

¿En qué términos viven peor? ¿Menores ingresos? ¿Menos libertad? ¿Peor salud mental? ¿Mayor dificultad para acceder a una vivienda? Puede, sobre todo en grandes urbes por nefastas políticas de gobiernos, gobiernetes y ayuntamientos engrescados.

Idealizar el pasado implica ignorar que muchas generaciones hasta 1980 trabajaron desde muchachos sin derechos laborales, largas jornadas, sueldos bajos, escasa protección social, sin conciliación, educación superior accesible ni cobertura de salud. 

Algunos sociólogos recuerdan que el bienestar no se mide sólo por propiedad o salario, sino por tiempo libre, dignidad vital, vínculos, salud… 

La situación económica desahogada de los mayores ha sido el sueño de toda sociedad. Envejecer era durante siglos garantía de miseria, de pasar a depender de la familia o la beneficencia.

Hoy la renta de los mayores, bien ganada, se lo evita y hasta ayuda a sus descendientes con efectivo y un curro no remunerado de cuidados a los nietos para que puedan trabajar miles de padres. Y un día heredarán todos sus bienes. 

Se olvida que más de 4 millones de mayores trabajan y pagan impuestos, otro millón son autónomos y contribuyen a la Seguridad Social, los pensionistas también pagan IRPF y los mayores de 55 protagonizan el 40% del consumo del país.

Los ‘séniors’ no son culpables de que cada vez haya menos jóvenes ni de que las empresas ofrezcan empleos más precarios, de que cada vez se grave más el trabajo con impuestos y la vivienda se haya vuelto inaccesible.

Las respuestas a la desigualdad no están en las pensiones o en las canas. Al contrario, esos conceptos son la garantía de una sociedad digna.