Sobre la Feria del Libro, los libros, y el Alto Tajo


La semana que viene volverá a abrir sus puertas la Feria del Libro en el Paseo de la Concordia de Guadalajara. Ya están dispuestos los libreros a enseñarnos su mercancía, los editores a contarnos sus aventuras creativas, y los autores  a prestarnos su sonrisa y su palabra.

Como decía hace poco Pérez Reverte: “Lo mejor de leer libros antes de enfrentarte a la vida es que luego, cuando la vida llega, todo te suena de algo”. Esta es frase contundente, pero muy aleccionadora de la utilidad de los libros. Porque nos dan ese “manual de instrucciones” que nos falta cuando a la vida llegamos, en ayunas, y sin tiempo casi para enterarnos de qué va cuando empiezas a recibir bofetadas.

En esta Feria de la Concordia, cargada de novedades en el mundo del libro guadalajareño, vamos a ver algunas cosas que darán que hablar. Y que seguro nos van a seguir sirviendo para orientarnos en el caminar de la vida. El libro, que es el mejor amigo porque nunca se enfada, siempre calla y sale gratis, es la compañía que a todos anima en el camino.

En esta Feria que en pocos días llega a la Concordia, sé que van a aparecer las cosas (sueños, números, futuro) del molinés Ricardo Herranz, los versos seguros de Carmen Niño y Mariano Arranz, las investigaciones sobre el puente de Guadalajara de Ángel Mejía, y el renovado ofertón de historias anguiteñas del notario Javier Serrano. Ah, y esa historia entrañable, que está cundiendo entre los jóvenes, que ha escrito Merche Pacheco con los recuerdos de su abuela cuando la Guerra.

Cartel oficial de la Feria del Libro de Guadalajara en 2025.

Sé también que surgirán en los estantes y mostradores los cómics y las novelas, los cuentos infantiles y los poemarios cumplidos: todas las formas de entretener y alentar el tiempo para que pase sin sentir. Pero estarán (para mí, los más importantes) los libros que informan, que cuentan historias verdaderas, y nos dan ideas de a dónde viajar, qué mirar, y con qué ojos hacerlo. Y así vamos a ver el recién salido estudio sobre la iglesia parroquial de Riba de Saelices, dedicada a Santa María Magdalena, y que para quienes lo hemos leído nos ha parecido una obra modélica, informativa y valorativa. Hoy mismo, esta tarde, en el Centro Cultural “El Horno” de Riba se presenta este libro; acto en el que participarán gente conocida y que se espera con expectación allá, en el pueblo. Pero habrá ocasión de hablar de él más adelante.

En esta Feria aparecen otras cosas. Por ejemplo, una cosa titulada “Tajo Abajo” y que me he atrevido a firmar, tras pasar algunos meses preparándolo y escribiéndolo. Un libro es, por la forma, las cubiertas a color, las solapas, las páginas que ondean, el letramen que ofrece, los mapas… pero creo que es algo más. Es una nueva visión de la información. Porque hablar del Tajo (un accidente geográfico que nutre con sus aguas los pantanos y nos sirve de bebida y energía) se puede hacer de muchas formas, desde ángulos variados. Pero darlo como un conjunto uniforme de historia y paisaje, de gentes y geografías, es algo ya más complejo. 

En Campo X se cuenta la historia del Aeródromo de Guerra en Azuqueca de Henares.

Lo voy a presentar, personalmente, el próximo viernes 9 de mayo, en la Carpa Central de la Feria, a la una de la tarde, y contaré mis intenciones. Aunque habrá que pasarle las páginas, y luego ponerse a leerlas, una tras otra, para saber de qué va. Como adelanto, decir que es una obra que mira al río como nunca se le había mirado, de frente y por los lados. Porque si el agua es esencial, aún más importancia tiene lo que aparece en las orillas, constituyendo un mundo (el Nilo, por ejemplo, es la mejor muestra de este concepto, como un reptil acuoso que va creando vida y cultura en sus orillas en medio de un desierto desatado) digo, un mundo cuajado de edificios, paisajes, memorias y alientos. Con muchas imágenes, algunas curiosas e inéditas, daré bautizo a este libro, del que me siento muy feliz por haberle parido.

Pero van a aparecer muchas otras cosas. Por ejemplo, tres tomos de los varios que han de constituir una obra grandiosa sobre un pueblo mínimo. Da gusto ver que aún tienen ganas de nacer estas empresas [culturales] entre nosotros. Es Lorenzo Hernández Hernández, un molinés que como tantos hubo de irse a Barcelona para trabajar y vivir, y ahora ha vuelto a su pueblo, a tallar la felicidad con sus paseos y sus miradas. De ellas ha nacido una obra que va a tener 5 tomos, y de la que se ponen en mostradores de la Feria los tres primeros. Se titula “Cosas y casos del pueblo de Adobes”, y vienen a ser el rejunto de saberes y emociones que al autor le producen salir cada día de casa y encontrar fuentes, calles, amigos y sabinares, en conjunto de equilibrios. Está en la colección “Letras Mayúsculas” de AACHE, y en el último de los tomos aporta un tema que me ha dejado sorprendido, porque va directamente a la esencia de la antropología y el costumbrismo del Señorío de Molina. Pone una tras otra la memoria de las “paideras” de su pueblo, con reproducción en dibujo de las puertas de esos edificios, en los que por costumbre la gente dejó memoria de sí a través de sus nombres, apodos, dibujos, fechas. Sabemos así que el tema, según se puede ver hasta hoy, viene funcionando desde el siglo XVIII. Sin rubor digo que me ha emocionado este trabajo de Lorenzo Hernández, porque se pinta el mundo desde la más ínfima esencia local. Se ve al Hombre con mayúsculas, latiendo en su lejano confín de ovejas, de colinas peladas y vientos ábregos.

Grabados en paideras en el libro sobre Adobes de Lorenzo Hernández.

Hay muchas otras cosas que se vienen a La Concordia estos próximos días. Por ejemplo, el estudio que el profesor azudense Juan Antonio García Sánchez hace de la “Historia de Azuqueca durante la Guerra Civil” y que concreta en un título, de negra portada y retrato de aviadores: “Campo X” resulta ser una historia de lo mínimo, pero capital, en el transcurso de aquella Guerra a la que muchos tratamos de olvidar, pero que machacona se empeña en volver, con nuevos datos. Aquí el profesor García Sánchez cuenta lo que ocurrió en un campo a la orilla derecha del Henares, entre 1936 y 1939. Nada menos que el aeródromo de donde salieron a combatir por los aires, una serie de pilotos rusos sobre sus modernos aparatos Polikarpov (los “Chatos” que atemorizaban al más terne) en aquellos días de ciega pasión. Un libro que ha llegado a muchos, pero que aún está en disposición de asombrar a muchos más.

Y por hablar de temas más literarios, recordar cómo el viernes 9, pero a las 8:30 de la tarde, será el escritor Ángel Taravillo Alonso quien nos presentará su nueva novela “Yo, el Jefe”, que me ha supuesto una inquietud, una curiosidad (los thriller es lo que tienen, que no descansas ya hasta ver cómo terminan) y un asombro final al leer la historia de un individuo (de una familia, en realidad) que desnuda a una parte de la sociedad española durante los años de la posguerra. Es un relato apasionado también, fuerte y despiadado, pero que deja al lector con el sabor amargo de lo que está mal, por más que se le pinte de colores.