Tarradellas, Sánchez y García Page

04/06/2023 - 13:23 Emilio Fernández Galiano

Sánchez no entendió- y sigue sin entender- que el tsumani lo generó él mismo y no la fuerza del adversario.

Cuando Tarradellas apareció en el balcón de la Generalitat, allá por el año 1977, con su famoso “Ja sóc aquí”, insistió en la necesidad de que, aunque debíamos respetar las singularidades de los pueblos y regiones de España, nunca la dividiéramos y, sobre todo, no dividirnos entre los españoles. Lo decía quien conoció el drama de la guerra civil y padeció un largo exilio de 37 años. Nadie más legitimado que él para advertirnos de esa tendencia centrífuga a radicalizarnos. 

En la madrugada del pasado 28 al 29 de mayo, el presidente Sánchez no daba crédito de la estrepitosa derrota electoral que su partido había padecido. No entendió -y sigue sin entenderlo- que el tsunami lo generó él mismo y no la fuerza del adversario. En una reacción, en mi opinión del todo precipitada, decidió disolver las cámaras y convocar elecciones generales en un 23 de julio estival y caluroso presumiendo que una baja participación podría beneficiarle. Al igual que una posible alianza entre el PP y VOX, pero ignorando las suyas con los partidos más radicales. Es decir, la mirada del tuerto. La primera reacción estratégica ha sido ensañarse con “la derecha extrema y la extrema derecha, la ola reaccionaria” y retornar al dóberman y al Prestige en un recurso marchito y sorprendente.

El que sí entendió la derrota electoral, a pesar de haber triunfado en su región, ha sido Emiliano García-Page, casualmente el barón que más se distanció del presidente. Su triunfo, templado e inversamente moderado al de Sánchez, se basó en la comprensión de lo que la mayoría de los españoles no entendían, la alianza del Ejecutivo con grupos como Bildu, Esquerra o incluso Podemos. De hecho, en las primeras declaraciones que escuché tras las elecciones del líder castellanomanchego, al margen de padecer ataques personales a los que quiso quitar importancia, proponía mayor entendimiento entre los dos grandes partidos para evitar radicalismos, aquéllos a los que se refería Tarradellas. “Sólo me preocupa -añadió- la permisividad legal existente ante las barbaridades que se vierten en las redes sociales (casualmente mi último artículo en Nueva Alcarria versaba sobre este asunto, “Enredos sociales”, lo titulé, e insistía igualmente en la falta de regulación de una normativa que impida los excesos que se cometen en las mismas). 

A medida que pasan los días y el personal va asimilando la sorprendente decisión del inquilino de la Moncloa, muchos comienzan a preocuparse por la multitud de inconvenientes que dicha decisión ha generado; presidencia europea, serios problemas en el turismo, vacaciones, ola de calor, compatibilidad con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, con los profesionales de la sanidad o la falta de experiencia de preparar tan compleja organización de todas unas elecciones generales -fecha inédita desde la Transición-. 

Lo curioso es que formalmente, y cuando escribo estas líneas, nadie, ni él mismo, ha confirmado quién será el candidato del PSOE. Un alto cargo de este partido en la Villa y Corte me reconocía confidencialmente ayer que, por momentos, parece que al presidente en funciones “se le ha ido la pinza”, tanto por sus reacciones como por lo extravagante de sus argumentos e improperios respecto a la oposición, incluida la que se encuentra a su izquierda. 

Nervioso está, parece claro, pues hasta ahora ni se ha sometido a las preguntas de los periodistas, sector que, como otros, son obedientes a la “derecha extrema y extrema derecha y la ola reaccionaria”, así como otros poderes fácticos. Lenguajes decimonónicos que suenan al “rojerío masón” de otros tiempos. Y hacen actuales las palabras del viejo Honorable y las del presidente de Castilla La Mancha. Ya lo decía el sabio, “quien olvida su pasado está condenado a volver a él”.