Te guiamos por el laberinto subterráneo milenario de Brihuega

24/11/2025 - 19:10 P.C.V

Quien llega a Brihuega suele venir atraído por la lavanda, por sus atardeceres violetas y por la calma que envuelve las laderas del Tajuña. Pero existe otro Brihuega, más discreto y silencioso, que permanece oculto bajo las calles del casco histórico. Allí, en un subsuelo horadado hace casi mil años, se extiende un entramado de galerías que serpentea durante varios kilómetros. Son las llamadas cuevas árabes, un mundo subterráneo en penumbra donde el tiempo parece haberse detenido.

Un legado excavado en la roca

Estas cuevas no surgieron de manera natural. Fueron excavadas durante la presencia musulmana en la zona, probablemente con un propósito práctico: almacenar alimentos, conservar vino y aceite, resguardar mercancías que necesitaban una temperatura constante. A lo largo de los siglos, estas mismas galerías sirvieron también como escondite, refugio y vía de escape en momentos de conflicto. Más tarde, manos cristianas reforzaron algunos sectores, dejando arcos y paredes de sillería que aún hoy sorprenden en mitad de los pasadizos.

La característica que mejor define a este subsuelo es su temperatura estable, alrededor de una docena de grados durante todo el año. Un clima perfecto para la conservación… y también para la supervivencia cuando la historia se volvía difícil en la superficie.


El paseo: una inmersión en la penumbra

La visita comienza en un punto discreto de la plaza central del pueblo. Tras una puerta sencilla, un tramo de escaleras de piedra conduce hacia abajo. El sonido cambia al instante: los pasos amortiguan, el aire se vuelve más denso y fresco, y la luz exterior desaparece. La primera galería es estrecha, con paredes excavadas a mano en la roca caliza. Se distinguen marcas de herramientas antiguas y pequeñas hornacinas que un día albergaron tinajas de enorme tamaño.

El recorrido avanza entre ramales que se bifurcan, pasillos que ascienden y descienden con suavidad, cámaras que se ensanchan como pequeñas estancias subterráneas. En uno de los tramos más fotogénicos aparecen varios arcos apuntados que contrastan con la rudeza de la roca circundante: un recordatorio de que estas cuevas fueron modificadas y utilizadas durante distintas épocas.

El trayecto que se visita es solo una pequeña fracción del laberinto real. El resto se extiende bajo casas, plazas y negocios, en un mapa subterráneo tan complejo como la superficie que lo cubre.


Sensaciones en un mundo sin sol

Estar dentro de estas galerías provoca una experiencia sensorial particular. El aire fresco es constante, casi medicinal. El silencio absoluto invita a hablar en voz baja. La humedad suave se adhiere a las paredes, creando brillos tenues que reflejan la luz de las linternas del guía.

En algunos puntos, el techo baja lo suficiente para obligar a inclinarse; en otros, la bóveda se eleva como si quisiera transformar el túnel en una nave subterránea. Hay rincones donde la piedra desprende un olor terroso, y otros donde la oscuridad se siente tan densa que parece material.

Es fácil imaginar a las generaciones que pasaron por allí: trabajadores árabes excavando la roca, comerciantes guardando mercancías, familias refugiándose durante asedios o bombardeos, visitantes curiosos descendiendo siglos después.

 


Información útil para el visitante

  • Solo una parte reducida del entramado está acondicionada para el público.

  • El recorrido guiado es breve, en torno a 10–15 minutos, suficiente para comprender la magnitud del lugar sin perder la atmósfera.

  • La visita es apta para la mayoría, aunque conviene tener precaución en los tramos más bajos.

  • Mantiene temperatura fría todo el año, por lo que se recomienda llevar algo de abrigo incluso en verano.


Un Brihuega distinto

Quien sale de las cuevas vuelve a la luz con una sensación extraña: la de haber viajado hacia atrás en el tiempo sin abandonar el pueblo. Si la superficie de Brihuega enamora por su color, su historia subterránea fascina por su silencio y su misterio. En un destino famoso por la lavanda, este universo oculto bajo tierra ofrece un contraste perfecto: un viaje desde la luz más intensa hasta la penumbra más antigua.