Torija

11/10/2025 - 12:08 Jesús de Andrés

Al igual que Isak Dinesen comenzó sus Memorias de África de aquella bella manera, “Yo tenía una granja en África…”, Jesús Campoamor, el gran pintor de la Alcarria, podría comenzar sus memorias diciendo “Yo tenía una casa en Torija…”

Y la sigue teniendo, junto a Delia Pinilla, desde hace cincuenta años, que son toda una vida. A ella llegaron, para quedarse, en 1976, y en ella han trabajado, han vivido y han soñado desde la sabiduría epicúrea que han cultivado para ellos y para quienes les rodean. La felicidad a través del placer moderado, la tranquilidad del alma, el cultivo de la amistad, el alejamiento de la política y la búsqueda del conocimiento, de la prudencia y de la belleza. Esas han sido sus divisas, de ambos, contemplando la vida con serenidad desde su magnífica casa con vistas al valle.

El Ayuntamiento de Torija, con su alcalde, Álvaro Murillo, al frente, entregó a Jesús Campoamor, el pasado 27 de septiembre, el título de Hijo Adoptivo, en un acto en el que nos dimos cita numerosos vecinos, familiares y amigos. Cierto es que, tras 50 años, con más de noventa a la espalda, bien podían haberle nombrado Padre Adoptivo si no fuera por la resonancia clerical y la falta de costumbre. Campoamor, lejos de recluirse en su casa, participó desde el primer momento en la pequeña sociedad torijana, de apenas 500 habitantes en aquel entonces, y lo mismo disfrutaba de las fiestas en su peña que rehabilitaba la iglesia, promovía la creación del Museo del Viaje a la Alcarria o ponía en marcha las Noches de Versos. Si él ganó trasladándose a Torija, creando allí su hogar, Torija ganó más aún gracias a su dinamismo y a su inevitable y continuo idear. Ojalá cada pueblo tuviera dos o tres vecinos de su estirpe.

Un momento del homenaje en Torija a Jesús Campoamor, que fue nombrado Hijo Adoptivo.

Por Torija, gracias a él, han pasado algunos nombres capitales de la cultura española. Desde el nobel Cela, de quien fue su gran amigo y a quien sigue defendiendo a capa y espada de su personaje, a escritores como Manu Leguineche, Paco Umbral -en este caso a su pesar- o Javier Reverte, y a artistas como Francisco Sobrino, Francisco Otero Besteiro y tantos y tantos otros. Su biblioteca y las paredes de su casa son la mejor prueba de ello. Lejos de acabar ensoberbecidos, al contrario, sus amistades locales, de gentes de Guadalajara y de la provincia, de distintas generaciones, dan cuenta de la simpatía que despierta y de su innegable bonhomía. Desde mi aprecio al galardonado y a su mujer, Delia, mi más sincera enhorabuena a Torija y a sus gentes por la iniciativa y por todo lo que Jesús les ha aportado todo este tiempo.